El Basilisco, marca del impresor Johann Amerbach |
EL BASILISCO
[Ambrosio a Marcela, la amada desdeñosa del suicida Grisóstomo:]
¿Vienes a ver por ventura, oh fiero basilisco destas montañas, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida?
[Respuesta de Marcela:]
El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala: el que me llama ingrata, no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá, ni seguirá, en ninguna manera.
Recurrimos una vez más a los buenos oficios del P. Rufo Mendizábal:
Gustavo Bueno, fundador de una revista llamada El Basilisco y autor así mismo de una interesante monografía sobre el fantástico animal, lo considera un tópico de la cultura en la que también se incardina el Quijote:
Xilografía de un basilisco por Lucas Iennisisus |
Por su parte, Guzmán Urrero Peña nos indica que:
[...] el basilisco no era tenido por un ser mitológico. Más bien al contrario: en tiempos del Quijote, esa criatura formaba parte de la familia zoológica reconocida por los sabios. [...] La creencia en la vida real del basilisco se debe a otro gremio: el de los falsarios. Los mismos que vendían huevos y ejemplares disecados a los coleccionistas de maravillas. Taxidermistas con oficio, hábiles a la hora de deformar el cuerpo de un pez, la manta raya, que admitía el sesgo monstruoso. A la vista de estos basiliscos disecados, no sorprende que certificaran su autenticidad Ulises Aldrovandi en la Historiae Serpentum et Draconum Libri Duo (1640) y Athanasius Kircher en su Mundus Subterraneus (1664).
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[Gromov, gran degustador de albahaca (basilicum), aromática planta a la que algunos también llaman basilisco.]
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