Sacó la navaja con toda la mala hostia. «Te voy a rajar el corazón si no haces lo que te digo», le dijo a ella. En su lugar disparó el revolver con el cañón pegado a su pecho. Una herida de varios centímetros de cauce en su abdomen respiró con ansiedad y se sintió morir, no supo si de frío o por el estruendo. Cuando recuperó la consciencia, alguien le había extraído el Chupa Chups de fresa de la boca.
J. M. López- Astilleros
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