El Rastro, otoño del 2013 |
Ha llegado el otoño con sus dedos de lluvia. Los chicos de la nave de Orozco se durmieron y su lugar lo ocupó un puesto de ropa interior que despertó nuestra imaginación. Como era muy pronto, dimos un paseo por la orilla del río siguiendo el vuelo de la garza tan esquiva como la suerte.
En el Arroyo nos encontramos con el Amanuense al que el Trapero le dio un recado del Ruso (ya actuamos como los espías) sobre un libro de un autor ucraniano. El Amanuense dudaba si se lo prestaba a Gromov, por si se lo "perdía" y, al final, le pagaba solamente lo que realmente le había costado (6 euros). "No se lo dejes, dile que se lo has vendido a Michi Chalequines", espetó el jodío Polaco.
Larsen nos sugerió que, ahora que se cumplía un año de existencia de la tienda ultramarina, teníamos que hacer una cena tertulia pombiana y así salir del clandestinato rastreril para realmente conocer al resto de la banda Aparte: Tarkosvki, el Cuervo, Mortisaga, Renato...
El Pescador amagó con sacar una escopeta invisible al ver escarbar a la Codorniz entre un montón de papeles; no lo puede remediar tiene una relación amor-odio con esa pájara.
El Desguace estaba vacío por la amenaza de tormenta. Tinofc regateaba por una bascula digital con mando a distancia. El chamarilero se subió al guindo y como se descuidase le iba caer en los morros al Polaco. El Trapero le recomendó una báscula analógica perfecta para pesar las bolsas de libros y así calcular con toda perfección el bono Ultraísta para la furgodesván.
Un espigado joven del círculo de lectores nos abordó en el tendido para ofrecernos una Antología de A. González y un Adonáis descatalogado. El trato se cerró con el lenguaje de signos: Ocramalliv le enseñó el dedo índice y el joven agachó la cabeza como un pollino. Trato cerrado. (Que aprenda el primo de Freud en sus negociaciones bilaterales con el héroe de la División azul).
El Amanuense volvió a sus obsesiones ancestrales: "¿Cuándo vamos a Valladolid? Aquí sólo hay miseria.""Y compañía." contestó el Perroviejo.
Caminábamos escuchando las interesante historias de Tinofc sobre su especialidad: Un mundo de libros. La biblioteca de Eliseo Torres, la librería Renacimiento, las dedicatorias de su amigo Bonilla, las ilustraciones de Gaya, los exiliados de N. York... Nos parecía estar escuchando al Leopardi de Manzaneda, del que reniega nuestro editor. Esta mañana de carajillo y espuelas estaba muy locuaz el Polaco que normalmente abre el pico sólo para hablar del Prieto picudo y de las patatas a la importancia de su hermana.
Le dio la vez a Manu Isamov que nos ilustró con el cuento del Titerote, un ser precavido de otro planeta, con tres patas y con un miedo irracional a los asteroides; Este ser aparece en el exlibris de su empresa Industrias y Andanzas. Jaleado por la ventolera otoñal nos contó sus aventuras rastreras del fin de semana pasado en Salamanca, donde aprovechó para ir al baratillo y, de paso, ver a su hija, la artista de la familia. La historia llevaba el ritmo lento de los cuentos de Calleja siempre medido con la regla Faber que tenía en la mano. "Paré en un hotel a las afueras y llamé dos taxis, uno para mi mujer a la que despaché hacia el centro comercial y otro para que me llevase al mercadillo. Empezó a contar el taxímetro y no había recorrido 150 metros cuando paró el taxista y me dijo, ya llegamos; estaba en la misma acera del hotel. Me persigue el Rastro (esto lo dijo con resignación), mira que hay hoteles en esa ciudad y vengo a parar a ése".
Bombita es el único Ultramarino que no sigue la curva elíptica de la Galaxia Ultramarina. Con sus desvíos orbitales va trazando una línea en zig-zag que abarca tanto los transformadores de 125 como los accesorios de las bicicletas de antes. Esta semana cavilaba con un libro sobre Moros y cristianos- petición comercial- en el puesto del Grillado; escarbaba con la habilidad del escarabajo Mortisaga. Empezaron a emerger los libros de azul modernista. Tinofc despertó de su letargo y se llevó, por la inercia rastrera, un Compendio de historia y un Catálogo de cuadros del Museo Nacional.
Unos metro más adelante, en el Vertedero, Michi Chalequines se compraba un tren de madera y fisgaba en una caja de cartón por si aparecía la estación de Matallana. Este figura del faralai es de corriente alterna: una semana vende, otra compra.
Un individuo sospechoso abordó a Ocramalliv para preguntarle dónde podría encontrar al Conde Lucanor. Tinofc, perplejo, le contestó laconicamente que podría aparecer o no. Si le veo ya le digo algo. No habían pasado cinco minutos y llegó el Conde Lucanor con sus insignias del imperio Astrohúngaro, su aire aristocrático y su decadente bastón.
"Me llaman Donato y vendo barato", con este reclamo publicitario se desgañitaba el Cabrero para ahuyentar el mal tiempo y atraer buenas caras. Nos encontramos con el decano del Rastro, Arsenio, al que le dimos el pésame por la muerte de su madre (104 años). De la montaña oriental lleva bajando toda la vida para abrevar en este arroyo del Rastro. Con su sabiduría labrada en las horas de hoguera y biblioteca, nos deleitó con los orígenes de la palabra Barniedo que venía de berneko (euskera), y que significaba circo rodeado de montañas. Le escuchábamos con las devoción del ocioso, el día no daba para más.
Al final las amenazas de tormenta quedaron en agua de borrajas. Y la nada con la que regresábamos a nuestra patria, la biblioteca, pesaba más que cualquier lote de libros subastado.
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