19 de octubre de 2013

Vendedores de libros en el Rastro IV





El Rastro, otoño del 2013




 VENDEDORES DE LIBROS EN EL RASTRO
TIPOLOGÍA PSICOBIOLÓGICA



Ornato. Aquí predomina el lóbulo occipital. El sujeto pone el precio en función del ornamento del libro. Que la encuadernación tiene hierros en el lomo, tapas enmarcadas, que los cantos están dorados, que tiene estampas, olvídate de regatear. Por contra estos sujetos suelen tener menos desarrollado las áreas de la corteza sensorial somática y se pueden conseguir buenos libros en rústica en el caso que los tuvieran.

Óvula. Tipo semi-imaginario. Se ven pocas mujeres comprando libros, les aseguro que son meigas. Haberlas haylas. Pero no se ven mujeres vendiéndolos. Hay alguna que otra, pero no están homologadas. No sigamos con este tipo que nos estamos metiendo en un jardín…

Piger. Desidioso, indolente, abandonado. De constitución pícnica. Con horario anárquico, aunque tarda en montar el puesto el tiempo que le lleva desparramar las cajas por el suelo. Trata los libros como si fueran restos de una escombrera, como digo, normalmente tirados por el suelo, indolente al estado del mismo, indiferente a las inclemencias del tiempo. Cuando le preguntas por el precio de un libro no contesta, hace señas con los dedos de la mano. No le pidas que te alcance uno porque no llegas a él, tendrías dos respuestas: o te dice que lo cojas tú o patea todos los libros hasta llegar a él.
A veces ocurre que en estos estercoleros aparece una perla que al contrario de la fábula de Fedro sí que alimenta al bibliófilo. El precio que piden siempre es bajo; aún así hay bibliotacaños que piden descuento. Los más tenaces revuelven los cascotes todos los Domingos, en busca de novedades. Otra peculiaridad, nunca tienen cambio. 

Palaulista. Rara avis (yo sólo he conocido un ejemplar, en el Rastro de Salamanca, años ha) pero si te encuentrabas con él y querías comprarle algo era tremendo. Se había aprendido el Palau de memoria y no había forma de meterle mano. El sujeto se sabía las ediciones y los precios pagados por ellas que marca el  Palau y éstos los multiplicaba por mil cuando se traficaba en pesetas (por aquello de la inflación)
Se hablaba en el Rastro de Madrid de un tal ‘Toño el Lotero’ que vendía libros y billetes de lotería antiguos, de él decían que se sabía además del Palau los números del Gordo de Navidad y algunos segundos premios desde 1812, pero sinceramente, creo que se trata de una leyenda urbana.
En un mundo feliz debería existir un tipo Palaulista con características de los tipos Magíster y Affábilis.



[El Amanuense]




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