La leona (LibreRía La Leona de Valladolid)
Interior de La Leona con su animal fetiche |
No recuerdo quien dijo (un hombre, seguro) que la mujer no es
otro género, sino otra especie. Lo mismo se puede aplicar a la leona, cuya
tipología y comportamiento son tan distintos de los su macho, el melenudo león
(Panthera leo).
También la LibreRía La
Leona tiene una fisonomía propia. Antes de llegar a serlo, su establecimiento fue el innominado almacén de libros (que
no librería) de Paulino, el del Rastro. Luego, durante unos años, mutó en la librería de lance
El Astillero regida por Pablo Capurro
(que al cabo migró a la calle Doctor Rizal de Barcelona y allí sigue). Éste la
traspasó a Miguel Ángel Ortega, quien la rebautizó como Librería Alejandría, y de nuevo, tras unos años,
el fondo se trasladó, primero a Urueña, luego a la calle Ruiz Hernández de Valladolid,
y por fin a Iberlibro.
Tras tanta metamorfosis, el lugar se convirtió por fin en La Leona por cuenta del desastrado de
Sebas, a quien yo decía en broma que debería haber llamado a su librería La Leonera, porque el orden imperante
era nulo y estaba literalmente tomada por los libros. Cuando éstos le
superaron, y tras una curiosa etapa de transición en la que se comercializaban
a la vez que hortalizas y bollería diversa, Sebas dejó el negocio y se fue con
su familia a trabajar en una cooperativa agrícola en el sur.
Desde entonces a La
Leona la lleva de la mano Cristina, que volvió a especializarse en los libros de viejo: al principio con distintos socios o
colaboradores, hoy en día ya en solitario. La librería es acogedora, ordenada
en la medida de lo posible y ámbito de
diversos actos culturales. Se le ha quedado pequeña, y tras una tentativa frustrada de traslado al
modernista Pasaje Gutiérrez, ha
decidido ampliarla al local anexo y en ello está actualmente.
La única crítica (constructiva) que puedo hacer a La Leona es su demasiada dependencia de
internet a la hora de tasar los libros. Si con Sebas era La Leonera, con Cris debería ser La Leonina.
La cueva de La Leona |
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Nueva deposición de Gromov, que ya nos empieza a hartar con
tanto bicho.
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