De Conversaciones Mantenidas, OÍdas O Robadas En Librerías De Viejo, Donde Lo De Menos Son Las Librerías.
(I) Del Facherío
Archivando viejos papeles se me cayeron al suelo unas fotografías en blanco y negro y con los bordes dentados, ya casi había olvidado aquellas fotos. Me había quedado con ellas por un descuido, en realidad no eran mías, eran, o mejor dicho, fueron de Sisi. Ahora serían de un acaudalado empresario del ladrillo.
Era Sisidoro un gran tipo. De ilustre apellido, pero de pocos medios desde la cuna. Aunque su aspecto físico no concordara con él, era un auténtico Alonso Quijano y ejercía de tal. Me contaba en una ocasión, de cuando mozo como decía él, cómo se había despeñado el coche del archimillonario indiano del pueblo. En él viajaban el indiano y su hija, una inalcanzable muchacha poco mayor que Sisidoro. El cochazo quedó encallado en unos riscos, al borde del precipicio. Iba Sisi montado en su burra y presenció el descalabro. Casi sin pensarlo, como hizo toda su vida, ató una cuerda en un peñasco y se descolgó con ella hasta el coche, y con la ayuda de la burra pudo rescatar a la pareja casi intacta. Sólo la muchacha tenía un hombro dislocado y según Sisi la lesión probablemente se había producido en al operación de salvamento. Peor suerte corrieron sus alpargatas de suela de esparto compradas el día anterior en la capital. Cuando se dio cuenta no le quedaban más que jirones de tela empapados de sangre. Los riscos habían acabado con ellas y casi con sus pies.
Al día siguiente, pasado ya, como él decía, el susto a los cuatro –incluía a la burra en la aventura- el ricacho lo llamó a su casa, y para agradecerle el haberles salvado la vida, éste le dijo que le pidiera lo que quisiera.
- Muchas gracias don Pablo, me vendrían bien unas alpargatas nuevas, pero prefiero uno de esos habanos que fuma los domingos...
Sisi era así. He aquí algunos retazos biográficos: estuvo en la Guerra Civil ‘...en casi todos los fregaos’, después en la División Azul, unos meses en la Alemania nazi, en España otra vez, embarcado de cocinero varios años, en Argentina, Cuba y Paraguay desde donde regresó a España, aquí sus último años en activo trabajó en la contabilidad de una empresa, “...con los números, lo que más he odiado en la vida”.
Sirva este largo preámbulo para centrar al personaje. El caso es que la pensión de Sisidoro no daba para mucho y tuvo que ir vendiendo algunas pertenencias. Así en los años 90 del siglo pasado, sabiendo de mi afición por los libros, me comentó que tenía unas revistas, libros, fotos y unos papeles de hacía años. Me dijo si se podría sacar algo de dinero por ellos y un buen día se presentó en mi casa con una caja grande y con un carpetón. Empecé mirando las fotografías y los documentos, no hacía falta pararse demasiado en ellos.
¡ Qué material !
- Sisi, ¿de dónde has sacado esto?
- Ya te contaré..., pero ¿cuánto puedo sacar?
- No sé, aquí...lo mejor sería llevarlo a Madrid, allí lo pueden pagar mejor.
- Pero podríamos mirar en las librerías de aquí, cerca hay una y poco más allá creo que hay otra, más que nada por las molestias de ir Madrid, te encargarías de ir tu, que conocerás gente.
- Vamos los dos y así das una vuelta, hombre, ¿cuánto hace que no pisas Madrid?
- ¡Qué va! Además necesito dinero pronto.
- Vale, pues vamos a sondear por aquí y después ya veremos.
Y así fue como, al día siguiente, nos encaminamos a una de las librerías. En ninguna nos conocían. Yo llevaba una caja que pesaba lo suyo y Sisi un grueso cartapacio con las fotos y “los papeles”. Hablas tú, me dijo Sisidoro.
Nada más entrar oigo resoplar a Sisi; mal asunto cuando resoplaba. No empezaba bien las cosa. Sería por el kit de progre que llevaba el librero: gorra con una estrella roja, en el pecho pin a la izquierda con el Che y más abajo pin, un poco más grande, con la bandera republicana, barba de dos o tres días.
- Hola, buenos días, ¿compran aquí revistas y documentos?
- Sí claro, para vender primero tenemos que comprar, pero depende...
- Es que traemos esto. A ver si le interesa.
- Veamos, dijo el librero atusándose el bigote.
Pongo la caja en el mostrador y saco un puñado de revistas de Vértice, muy bien conservadas. El librero las coge, las mira en silencio y no dice nada. Saco otras tantas y las desparramo por el mostrador.
- ¿Son todas de Vértice?
- Sí.
- Entonces no saques más. Sólo me interesa esta (creo que era un especial sobre la caza)
- Es que queríamos vender todas. Están bien, mire qué ilustraciones de Sanz de Tejada, y qué fotos, y aquí escriben Pem...
- ¿Y esos libros del fondo?
- Son de José Antonio, de Millán Astray, de Calvo Sot...
- Joder... sólo falta el brazo de Santa Teresa. Es que esto del facherío no se vende bien. Si fueran del otro bando, eso sí que lo compro... y pago bien. Pero lo del facherío...cuesta sacarlo adelante.
Vi cómo Sisi fumaba más rápido de lo normal, y le oí mascullar algo entre dientes. Conociéndole sabía que la cosa empezaba a ponerse mal, pero en ese instante sonó el teléfono salvador, y aprovechando que el librero lo atendía, me apresuré a guardar todo en la caja para salir pitando. Cuando vi cómo se movía de izquierda a derecha el bigotín de Sisi comprendí que realmente la cosa pintaba muy mal, nos quedaban pocos segundos. Oí cómo se colgaba el teléfono, no me dio tiempo a guardar todo y ya había regresado el librero.
- (No me jodas Sisi, tranquilo...)
- Bueno, esto no me interesa...¿qué hay en el cartapacio?
Se me adelantó Sisi a contestar y con las prisas y la tensión acumulada le dio uno de los frecuentes ataques de tos nicotinosa y farfulló algo como:
- “jahhbrones... cjj, cjj, que jjhois uhjhoss cahhhrones... jhereis jjhanar, cjjc, cjj, la jjheraa... ahhora, cabrojnes..ccjj..cjj”
- Señor, ¿qué dice?, no entiendo.
- Nada, nada, que lo del cartapacio es más de lo mismo, que no le interesará. Buenos días, gracias por su tiempo.
Cogí a Sisi por el brazo y lo saqué de allí casi en volandas. Fuimos calle arriba hasta llegar al final donde nos aguardaba un reparador bar.
Ya sentados, los efectos balsámicos del orujo, hicieron calmar la tos y los nervios de Sisi.
- Te diste cuenta, ccj, cjj, cjj, qué jodidos estos rojos, cabrones, que son unos cabrones, que quieren ganar ahora la guerra, cj, cj, medio siglo después...me cagüen la puta, cj, cj...voy a decirle algo a ese librero...
- Venga, Sisi, déjalo, hombre, no te lo tomes así, esto es sólo comercial. No va a comprar algo que después no vendería, es normal, yo haría lo mismo.
- Cj, Cj, Sí, pero es que ya está bien, parece que hicimos la guerra para nada, no aprenden...
- Que no, Sisi, que te acaloras y ves cosas que no hay...bueno, a lo nuestro, ¿qué hacemos?
- Pero no decías que había que ir a Madrid, que aquí no lo pagaban. Con los tiempo que corren esto no lo pagan ni aquí ni en Madrid ni en Pekín. Quédatelo tu y paga esta ronda. Cjj, Chj.
- El librero se precipitó y no vio lo que llevas en el carpetón, eso es lo bueno.
- Joder, pues podías haber empezado por ahí, en vez de las revistas. Venga vamos a la otra librería y déjame esta vez a mi.
- Vale, vamos pero deja que hable yo, y ya sabes, callado, no me jodas.
- Bueno, pero empieza por los papeles y deja las revistas y los libros que ya sabemos que no valen nada.
- Tu déjame a mí y ya te digo, tu callado y aguanta, que estamos sondeando.
Después de caminar unos minutos entramos en la librería. No había nadie. Al poco apareció el librero, con un guardapolvos azul marino, a la vieja usanza y un lápiz con rayas negras y amarillas en la oreja. Estaba dándole los buenos días cuando espetó Sisi:
- Cj, Cj, ¿aquí también sólo compran rojerío? cj, cj.
- ¿Cómo?
- Frío, que vaya frío que hace esta mañana – tuve que intervenir – Traemos unas revistas y otras cosas por si fueran de su interés.
El librero nos miró, no más de unas décimas de segundo, pero se quedó un rato callado, pensativo. Por aquellas fechas no lo conocía y no supe interpretar aquel gesto suyo, tan característico de “detenido en el tiempo”
- Bien, vamos a ver qué traen.
Tuve que adelantarme a Sisidoro que ya se disponía a abrir el cartapacio y saqué desde el suelo un puñado de revistas y las esparcí por el mostrador.
- Ah, son las Vértice. Qué fotos y qué ilustraciones tan buenas tienen estas revistas, y qué papel. Para otra cosa no habría, pero para este papel...(del contenido literario no comentaba nada)
La cosa pintaba bien, por lo menos admitía la calidad material de las revistas. Animado subí la caja al mostrador y saqué todas las revistas y los libros.
- Los libros son más corrientes, pero estas revistas están bien, no son nada del otro mundo, pero están bien, ¿cuánto quieren por toda la caja?
- No sabemos, el perito es usted.
- Bueno, es que el valor material casi nunca corresponde con el valor sentimental y claro, a veces se hace violento decir la valoración, porque el vendedor no lo entiende así.
- Pero aproximadamente ¿cuánto nos puede dar?
- Ya le digo, esas revistas están bien, pero se ven con frecuencia. He vendido unas el mes pasado a 1000 pesetas...claro, no las puedo comprar a ese precio. Además estas son bastantes y es difícil que salgan todas a la vez, con lo que si las compro todas, quizás venda la mitad y la otra mitad se queda en el almacén y a saber cuándo salen.
- Sí, lo entiendo, pero más o menos ¿cuánto podría darnos por ellas y por los libros?
- Pues es difícil, creo que por toda la caja...depende...unas seis...
Sisidoro ya tenía la mano puesta en la manija de la puerta, presto para salir, cuando el librero echó una mirada al cartapacio...por unos instantes otra vez se quedó “detenido en el tiempo”, lo que pasaba por su cabeza sólo lo sabía él (ahora yo también sé lo que piensa cuando se queda congelado)
- Podemos hacer otra cosa. A veces lo hago con algunos proveedores. Me pueden dejar la mercancía en depósito, le ponemos un precio y si se vende yo cobro una comisión. Creo que es una buena fórmula, aunque yo sólo la utilizo con gente de confianza...(Mientras hablaba no le quitaba ojo de encima al carpetón de Sisi)
- Pues sí, podría ser una buena fórmula, aunque está claro que depende del porcentaje. ¿Qué te parece Isidoro? (en público le llamaba por su nombre)
Sisi al pricipio dudaba, después preguntó sin quitar la mano de la manija:
- ¿Y cuál es el porcentaje?
- Depende.
Sisi soltó la puerta y se encaminó hacia el librero:
- ¿De qué depende?, no nos saldrá como el otro con lo del facherío.
El librero con cara de no entender nada:
- Esto...cuando son libros de poca cuantía, como es el caso, el porcentaje es del 50%...pero bueno, esto es para gente ocasional...seguro que ustedes son bibliófilos y podemos mantener una buenas relaciones.
- El bibliófilo es éste, dijo Sisi señalándome, yo sólo vengo a vender, y le abrió el cartapacio de par en par encima de las revistas. Esto también está en venta.
El librero inclinó ligeramente la cabeza y empezó a escudriñar los papeles y las fotografías. Conforme iba pasando las hojas se iba inclinando más. Nos miraba a uno y a otro con cara incrédula y cada vez más pálida, hasta que se sentó de golpe en la silla y se quedó inmóvil durante unos instantes. Esos instantes de zozobra no se me olvidarán jamás, pues nunca he disfrutado tanto de la turbación de una persona.
- ...pero, pero estos document... estos papeles de quién son...quiero decir son ustedes sus propietarios...sus propietarios legales se entiende.
- Sí, son de mi amigo Isidoro.
- ...esto...pero...lo quiere...desea venderlos ¿verdad?
- Sí, con la caja de las revistas y los libros, dijo Sisi.
- ..esto, bueno... estos documentos... parecen importantes...esto...y la procedencia...es decir...esto...¿de dónde salieron...y de quién son estos papeles?
- Ya le dijo mi amigo, son míos, y los tengo desde hace más o menos 40 años.
El librero recobrando el color y la compostura comenzó a leer más detenidamente una de las hojas de papel, ligeramente amarillenta por los márgenes.
- Sí, intervine, y le hice un breve resumen de lo que allí se iba a encontrar. Se trata de documentos de Serrano Suñer, entre otros, preparando la entrevista de Hendaya. Los hay manuscritos, con distintas caligrafías, con tachaduras, correcciones, y como ve escritos a máquina, en español y en alemán; con firmas, algunas legibles como Paco (sin duda Franco), Ribbentrop y la propia de Suñer, timbres, cruces gamadas, águilas imperiales...En cuanto a las fotos hay 112, alemanas y españolas, todas originales.
El librero, ya totalmente repuesto:
- Sí, si, ya veo, y las fotos efectivamente son originales. Esto requiere un estudio pormenorizado, hay que documentarlo, y traducirlo, identificar los personajes de las fotos, para valorarlo bien.
-Algunas tienen personajes tan obvios que no hace falta identificar.
- Sí claro, (tomando un par de fotos) a estos no hace falta identificarlos.
- El caso es que teníamos pensado llevarlos a Madrid a una casa especializada o a una casa de subas...
- Por favor, están ustedes ante una persona acreditada y acrisolada. Esta es una casa de total confianza y discreción, tengo un par de clientes a los que esto les interesará sobremanera...en cuanto a la comisión... no hay problema, llegaremos a un acuerdo, se lo seguro.
Antes de que nos diéramos cuenta salía el librero de su establecimiento, como si fuera a perder el tren, con nuestros DNI y un par de documentos para fotocopiar en el establecimiento vecino, mientras hacía oídos sordos al reclamo del teléfono que llevaba sonando un buen rato. Parece que suena constantemente el teléfono es estos establecimientos.
- A este parece que le da igual lo del facherío, soltó Sisi, mientras sonreía y encendía el enésimo cigarrillo.
- Por cierto, ¿de dónde sacaste estos papeles Sisi?
- Ya te he hablado de Julia, aquella muchacha con la que anduve en amores, en Madrid cuando vine de Alemania, ¡qué mujer aquella!..lástima, Sisi suspiró y se quedó con la mirada ausente un buen rato...
- ¡Eh, Sisi!
- Sí...pues Julia como te decía, de aquella trabajaba de niñera en casa de...
En esos momentos llegó el librero, que ni se había quitado el guardapolvos, y extendiéndonos los DNI:
- Bueno, ya está, esto es por los trámites de rutina. Voy a contactar con un amigo que sabe alemán y con los dos potenciales compradores, ya hablaremos del importe de la operación. De momento, a cuenta les puedo entregar un cheque de... (una más que respetable cifra), ¿a nombre de quién lo extiendo?
Los documentos con las fotografías se vendieron (nunca supe a quién, aunque el librero en alguna ocasión me dejó entrever que fueron a parar a manos de un potentado constructor nacional) y Sisi pudo vivir holgadamente sus últimos años con la raquítica pensión y con el porcentaje que le correspondió de la venta; el librero dio el salto y hoy es conocido dentro del gremio en toda España... y a mí me quedaron las fotos olvidadas que dieron origen a este relato que ya termina, y por la intermediación, un estupendo gótico de los talleres pucelanos de Villaquirán, colocado en la parte noble de mi biblioteca.
Como se pueden imaginar el asunto de los papeles de Serrano Suñer se llevó con la discreción habitual en el gremio de libreros de antiguo, es decir todos oyeron campanas, pero no supieron dónde. Todos excepto, creo, el primer librero que fuimos a visitar. Pocas semanas después de la venta fui a mi asesoría a llevar los papeles de la declaración anual y en la sala de espera estaban los dos libreros de esta historia. El primero seguía con el kit de progre, esta vez sin la gorra. Estaban enfrascados en una conversación sobre una subvención que había perdido el gremio por no sé qué formalidad. Al verme se levantó el librero, esta vez ya no llevaba el guardapolvos, y saludándome efusivamente me presentó a su colega, éste me reconoció al instante, me miró, miró al otro librero y se quedó pensativo, con cara de sumar dos más dos.
[El Amanuense]
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