El búho lector, logo de La Trastienda |
Se contaba en filandones y tertulias de antaño que las
lechuzas se colaban cual beatas por las sacristías de las iglesias para picotear
los cabos de vela y beberse el aceite de las lamparillas. En cambio los búhos, librepensadores ellos,
se pirraban por los pergaminos de antiguos legajos y la tinta de los hoy desaparecidos
recados de escribir de trastiendas y reboticas, lugares propicios para el
contrabando y la conspiración.
Que sepamos, la librería anticuaria la Trastienda es la decana
del libro de lance en León (si descontamos el tabuco de "la judía", donde nunca
llegamos a comprar nada). En 2014 cumplirá treinta años y, hasta donde alcanza
nuestra memoria, el búho ha sido siempre su animal tutelar. Su escaparate y
decoración interior luce decenas de réplicas de estas rapaces
nocturnas con la indicación caligrafiada: “No insistan, no están a la venta”.
Su propietario, Adonino Llamazares, es un auténtico profesional: un aguililla del
alfarrabio que siempre ha manejado el percal con conocimiento de causa y a quien difícilmente se la darán con queso. Prefiere que le
llamen Moncho y es clavado al barítono Carlos Álvarez.
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[Gromov]
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