Carta abierta a Carlos, inconformista
Hace unos domingos un esporádico vendedor del rastro apareció con varias cajas de libros. Nos dijo que había conseguido todo el botín en el Reto de Palencia. En un primer vistazo vimos que la procedencia era de una sola biblioteca. La mayoría de los libros habían sido editados entre poco antes de la Transición y finales de los años 80. Eran libros y revistas de ensayo, poesía, política, arte y filosofía y algunos pocos de cine. Los autores y los títulos se me antojaban pedazos congelados del pensamiento del antiguo propietario. Con las cajas desventradas, allí revueltos, a la intemperie en improvisado lecho, se mezclaban Lacan, Proust, Mircea Eliade, Freud, Dalí, Stalin, César Vallejo, Max Ernst, Georges Bataille, Eluard, Trotski, Stéphane Mallarmé, Verlaine, Picasso…títulos como Escritos de Estética y Semiótica del Arte; El Ojo Pineal precedido de el Ano Solar y Sacrificio; Himnos a la Noche; Un bárbaro en Asia; Heliogábalo o el anarquista coronado…
Reunidos en círculo alrededor de la presa, sin dejar resquicios a infiltraciones ajenas, los Ultramarinos nos afanábamos en convertir en ordenadas pilas el montón libresco, mientras algunas gentes alongaban el cuello por la muralla que formábamos por si en aquel corral se tratara con herramientas. Lo que había costado reunir varios lustros y muchos miles de pesetas se desbarajustó en quince minutos y por los euros que nos costaría suscribirnos por un año a Círculo de Lectores. Cuando nos fuimos se quedaron esparcidos algunos despojos, mareados de tanto trasiego, a la vista de los desinteresados viandantes.
Ya en casa, en la biblioteca-buhardilla, con más calma exploré uno a uno todos los ejemplares que había conseguido. De uno de ellos sobresalía un folio, al abrirlo me encontré con un coloreado retrato pintado, sin duda, por el antiguo propietario de la biblioteca. Seguí mirando en los demás libros y fui exhumando bagatelas de entre sus páginas. Éstas eran como mojones que servían para hacerme una idea del personaje que había atesorado aquellos libros. Su nombre es Carlos y me atrevo a escribirle esta
carta abierta a Carlos
Sé de tu condición humilde en lo material por algún documento desenterrado de entre las páginas de tus libros. Sé que te gastabas tu sueldo en libros, revistas y tabaco. Libros y revistas que incluso tenías que pedir a las editoriales, algunas semiclandestinas, porque sus libros no circulaban por las librerías al uso. Por tus lecturas, por tus dibujos y por algún poema suelto veo tu rebeldía, tu disconformidad, tu inconformismo y tu indomabilidad. Cuando muy joven enarbolabas banderas de utopía, apoyándote quizás, en próceres que palidecían según conseguían el poder. Ahora seguirás bajo las mismas banderas, pero sin insignes de carne y hueso en quienes apoyarte. Es el precio que pagan los herejes. Sé que no has sido víctima de un desahucio bancario porque te hubieras llevado tus libros. Quiero pensar que las Parcas todavía te conceden hilo, y que si así no fuera, creo que no estarás aguantando la chapa de San Pedro a la entrada del Cielo por tus ideas en este mundo descreído. Creo que no hayas caído en algún frenopático, por tus lecturas de Lacan, Badiou y Zizek te soltarían antes de tres tranquimazines. Tras leer tu carta al director de El País, sé que del mundo del Arte no has ordeñado nada. No te veo exponiendo en Arco. Me imagino que no te has plegado a los paniaguados Cándidos Méndez, a los Toxos, a los Cayos Lara, a las Elenas Valenciano. Sé de la imposibilidad de transmutación hacia los Rajoyes, Montoros, o Gayardones. Más bien pienso que te fuiste de aquí cuando los progues empezaron a vestir de Armani, y las progues a lucir bolsos de Louis Vuitton. Al ver los años en los que se interrumpen la adquisición de libros, supongo que te fuiste cuando principiaba el estado de bienestar que tantas lobotomías ha causado. Quizás te fuiste a Cuba, huyendo de la anestesia general instalada en el país, en busca de la utopía social. Pero si así fuera, creo que aquello tampoco era lo que buscabas y ahora militarías en la disidencia. O puede que te fueras esperanzado a Venezuela donde tampoco estarás viendo cumplido tu sueño de justicia. Estés donde estés, no estarás satisfecho, sigues siendo, seguro, un indomable en busca de la quimera.
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