Los libros del abogado |
[Ha aparecido en el Rastro una
partida de libros profusamente subrayados y anotados; tanto, que son casi
ilegibles.]
Amanuense: Por
la firma y alguna factura del bufete entre las páginas, parece ser que fueron
de un abogado…
Larsen [tomando
una foto]: Pues los ha machacado a
conciencia, es casi algo compulsivo. Esto es típico en los libros infantiles y
escolares, pero no en estos…
Tinofc: No me
gusta anotar los libros. Alguna vez he comprado alguno así, bueno, no tanto,
sino con algunas notas marginales que no entorpecían el texto, y es como si se
pudiera leer en el alma de su antiguo dueño.
Gromov: Eso le
ocurrió a la heroína de Pushkin con Eugenio Oneguin. En la novela se nos cuenta
cómo éste, al no tener una pluma a mano en sus lecturas durante los paseos
campestres, señalaba mediante incisiones con sus largas uñas las partes de los
textos que más afines eran a su espíritu romántico. Y así, al prestar luego los
libros de su biblioteca a Tatiana, le daba también a conocer a ella sus más íntimos
pensamientos.
Amanuense: A mí me gustan los libros con amplios márgenes para anotar: es lo que confiere individualidad a un ejemplar. Pero entonces no lo presto.
Amanuense: A mí me gustan los libros con amplios márgenes para anotar: es lo que confiere individualidad a un ejemplar. Pero entonces no lo presto.
Tinofc: Sobre el
tema de los márgenes he leído algo curioso, y es que Napoleón, que era un ávido
lector, en campaña llevaba una biblioteca de libros de todo trote y
guillotinados casi a ras de texto para no cargar con peso superfluo. Pero en
París, y luego en Elba y Santa Elena, tenía ediciones pulcramente encuadernadas
y anotadas al margen.
Gromov: El
último teorema de Fermat también fue una apostilla marginal a un libro de
Diofanto sobre ecuaciones… [Abucheos] Vale, vale, me callo, ya veo que las
matemáticas no interesan.
Amanuense: Al
contrario, y os diré por qué tienen mucho que ver. Algunos libreros de viejo,
en la última página de respeto del libro, escriben a mano en código lo que les
costó y lo que pedirán por él. Por ejemplo, a cada letra de la palabra “manuscrito”
corresponde un dígito “1234567890”. De esa manera el cliente ve un jeroglífico incomprensible de letras y se queda ayuno de
los tejemanejes que le dan plusvalía al libro.
Larsen: Pues yo
no mancho los míos ni para ponerles mi nombre o la fecha. Y para mis
anotaciones, de cada uno tengo un cuaderno de lectura.
Gromov: Ahora
entiendo por qué compras libretas y pseudo-moleskines a espuertas. ¡Es que por
un lado tenemos a Larsen y su biblioteca de libros, y por otro a Minilarsen y su
minibiblioteca de poleskines!
Proyecto de minibiblioteca de Minilarsen |
[Spasavic]
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