7 de junio de 2014

Las malas compañías



El Rastro, primavera de 2014



Ante la aglomeración de jubilados del Monte de Piedad, una voz anónima soltó que el perro va donde se machaca el sebo. No habíamos llegado al Delta cuando se nos acercó el chamarilero para decir que había traído miles y miles de libros. En la exageración descubrimos las ganas que tenía de deshacerse de la biblioteca del ama de llaves del cura. En el trastero nos presentamos Avellaneda, Tinofc y el lumbreras. El vendedor, en un momento, nos clasificó las hileras de libros por el precio. Entre los tres nos llevamos un buen lote pero tuvimos que dejar una lámina fotocopiada de Mestre porque su precio superaba a las dos bolsas que tuvo que pujar el trapero, cortesía de la edad. Antes de descargar el cabonero nos avisó de que había atracado la nave de Reto. El polaco le enseñó la compra iluminando la bolsa con una bombilla de bajo consumo. "Eres más fino que el hambre", sentenció Mendoza.
En el vertedero el joven, salvado de las aguas, nos enseñó una poleskine sabiendo de la debilidad de Tinofc; al amanuense no le convecían las libretas rayadas pero el trapero le animó a comprarla, ya que le venía al pelo para su pulso de jacobino.

En el tendido nos encontramos con el poeta de la intemperie, padrino de el cuervo, que de una forma clerical deslizó un pavesa de poesía, editada bajo los auspicios de un instituto de Segovia donde fue profesor, en las manos del impresor de Labici. Con el dedo señalando las garamond fue recorriendo la lista de publicaciones, parándose más en los ilustradores de la portada y contraportada (novedad) que en los escritores: Chillida, Tàpies, Bruno Marcos, Aníbal Núñez ("fui gran amigo suyo y coleccionista de su pintura").
El trapero le recordó al poeta su mejor poema de Jardín al olvido: "El afilador"; Pero el que más le gustaba por su profundidad en la brevedad era el de ciervo, pero fue incapar de recitar los tres versos hasta que se arrancó el salmantino de la Alberca.
Nos prometió traernos algún ejemplar más, en el plural nos sentíamos agraciados todos los Ultramarinos y no sólo Florentino, el coleccionista de publicaciones independientes.

De lejos vimos cómo levantaba la trapa el ultraísta y dejaba con la parsimonia del que se le escapa la fuerza por la boca, los libros sobre la persianera. Lo encontramos buscando un libro sobre dinosaurios para una pareja joven. "Vuelvan más tarde a ver si me aclaro en este batiburrillo". Cuando volvieron todavía estaba excavando por el Pleistoceno pero el velociraptor no había aparecido.
La joven guapa se vengó con la finura de las agujas de tejer lana y que hubiera firmado el mísmisimo Larsen: "Cuando termines de colocarlo ya tienes que recojer"
Cuando quedamos solos con el Guillermo de la Torre y su bielas nos confesó que él en la intimidad leía a Marx (¿Groucho?), el polaco se atragantó con la carcajadas cazalleras, y respiró para escuchar como el trapero en la intimidad sólo veía la Penthouse.

En la otra acera vimos como un señorito gitano trataba de don a los que llevaban papel moneda en la cartera. El Amanuense se acercó a ver el cajón de madera lleno de grisolines. Agachado salibaba entre tanta miniatura numerada y con su gusto exquisito eligió una trilogía de navegantes, conquistadores y colonizadores de las Indias del siglo XVI para tentar la suerte. "300 euros, pero podemos llegar a un acuerdo como cliente que eres". El Pendolista quemó sus naves dejando los volúmenes y diciéndole que  no podía pagar tanto que estaba pagando la carrera y el alquiler del piso de su hija, y se fue lentamente. El anticuario lo llamó: "Oye, chico (nos dimos cuenta por la forma de llamarle que no lo consideraba solvente) hazme una oferta que no me voy a enfadar". Fray escribano no quería darle pistas al vendedor sobre el valor real de los libros; aunque le hizo una oferta a la baja por si volvía después, la mueca del vendedor nos invitó a despedirnos. Cuando nos dimos la vuelta el Amanuense musitaba un rosario de letanías para desahogarse: "Don sin din cojones en latín".

A punto de irnos apareció el amigo del futurista Bonilla (sabemos más por sus chascarrillos que por los libros del escritor). Nos contó unas cuanta anécdotas bibliófilas del jerezano pero rogaba al cronista que no reflejara nada en en su libreta cartonera porque si- no no lo volvería a llamar para tomar café. "Igual viene a la presentación de Raros de Tiempo". El editor malabia comentó que podría presentarla El que apaga la luz, que fue poeta en los partes de guerra de su adolescencia. Tinofc, guiado por la prudencia, señaló que no lo veía acertado, ya que podrían salir de la tienda del anticuario como una manada de ñus debido a su afilada lengua en la biblioteca en llamas. El amigo del escritor jerezano decía una y otra vez: "No se te ocurra poner nada de esto; ahora voy a hacer de cicerone por esta ciudad de provincias, ya que me dice que nadie conoce a nadie". Faltaba el trapero por da su opinión fullera. "He visto que su novela premiada (le falta vino y le sobra gaseosa) va por la cuarta edición, poco a poco se va acercando al libro de la rubia de Ambiciones".
Ya era tarde y el sol perdiguero nos arrebataba los puertos de sombra. Subiendo las escaleras de la abadía un eco nos perseguía: "No se te ocurra poner nada, no se te ocurra poner nada".


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