Me gusta cuando los vendedores encienden sus hogueras (Gromov) La hoguera es parte del pasado; ahora, ya estufa de butano (Larsen) |
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G- ¿Me lo has traído?
L- Sí, lo tengo en el
maletero; luego te lo paso. Pero antes de llevártelo, tendrás que firmarme un papel
de que te lo presto.
G- ¡Venga hombre! Entre
nosotros eso no hace falta.
L- Es por si la diñas y aún no me lo has devuelto. Para
poder reclamarlo.
G- Joder, no lo dirás en serio.
L- Yo con estas cosas no bromeo.
G- Vale, supongamos
que la palmo y no hay constancia del préstamo. En esa eventualidad: ¿Qué
sentirías más? ¿Perder tu libro o haber perdido a un amigo?
L- Efectivamente, el libro es mío; pero lo de que seamos amigos lo dices
tú.
G- Eres como el director
de orquesta Harnoncourt, que una vez le preguntaron qué haría si dependiera de
él: si salvar un hombre o una sinfonía de Mozart. Y adivina lo que eligió,
montando un gran revuelo.
L- Me lo imagino. El ser humano está sobrevalorado.
G- Pero es que tu caso
es aún más grave, porque ya no se trata de una obra, sino de un puto ejemplar.
L- Tengo más relación
con algunos libros de mi biblioteca que con mucha gente que me cruzo y saludo
diariamente. Y a ti, que te veo como mucho cada dos semanas, te concederé la
categoría de “conocido”.
G- ¿Es eso lo que piensas de mí?
L- Yo no pienso en ti.
G- Tú sí que das
qué pensar: ya no sé si tu proverbial mala hostia es natural o impostada.
L- Pues piensa mal y acertarás.
[Spasavic]
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