13 de enero de 2015

Vil metal





Larsen y el Amanuense no son caras de la misma moneda.

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Amanuense [a Larsen, nada más verle]: Toma, lo que te dejé a deber la semana pasada.

Larsen: ¡Hola, hombre! Bien está. Ya sabes lo que se dice: “El que paga, descansa”.

Amanuense: Es verdad. A mí me ha pasado alguna vez que no me llega para una compra y el vendedor va y me dice que ya le pagaré el pico que me falta la próxima vez. Pero no me gusta dejar nada pendiente, y por eso a veces regateo, no ya por ratear, sino para no quedarme con el come-come de que dejo algo a deber.

Larsen: De todas formas convendrás conmigo en que el Rastro es el lugar idóneo para el sablerío a pequeña escala y el “si te vi no me acuerdo”.

Amanuense: No estoy tan seguro: aquí las deudas no se apuntan ni hay pagarés; pero si te enfilan por moroso, has arruinado tu reputación.

Larsen: No te pongas estupendo: el dinero no es tan importante en esto de los mercadillos. A mí me ha pasado, sobre todo en el extranjero, que con unas monedas en el bolsillo eres el rey Midas. Y muchas veces, ante lo irrisorio del precio, compro libros que ya tengo para regalar o porque sí. Yo lo llamo “el vicio de lo barato”.

Amanuense: No todos viven tan en Babia como tú. Espabila, porque el "vil metal" es importante, es la auténtica medida de todas las cosas. ¿No has oído nunca que “en el amor como hermanos, y en las cuentas como gitanos”? Pues eso.

Larsen: Lo que dices no es que sea muy políticamente correcto que digamos.

Amanuense: El Rastro tampoco lo es. Aquí cabe todo lo divino y humano: lo escatológico en todos sus sentidos. Y el dinero tiene esas dos vertientes: la sucia, la del “non olet”; y la de que su posesión, y no cualquier otra vaina, da la auténtica nobleza.

Larsen: Ya: "poderoso caballero..."
[Spasavic]

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