Bestiario del Rastro
Un ensayo de biotipos
cuyo objeto es describir en clave animal
Los Más Preclaros Especímenes de la Rastrosfera
I
Desde
sus mismos orígenes el Rastro ha estado vinculado de una u otra forma al mundo
animal. Es bien conocido que su denominación predominante y primigenia proviene
del reguero de sangre que dejaban las reses al ser “arrastradas” desde el sacrificio a su plaza de venta, o las aves
de corral al ser descabezadas in situ y echar a correr con su postrer aliento vital en una fuga ciega y breve, asperjando
de rojo el bendito suelo.
Con
posterioridad, tales lugares derivaron a un mercadeo cada vez más heterogéneo e
interdisciplinar que siguió manteniendo, no obstante, el “rastro” de sus
atávicas reminiscencias. Curiosamente, algunos de los antiguos mataderos se
convierten ahora, a su vez, en espacios culturales de subvencionada vanguardia que,
salvo por algunos detalles que no escaparán al ojo experto, son perfectamente ajenos
a su génesis animalaria.
Incluso en el ámbito anglosajón, el típico rastrillo
inglés, cuyo arquetipo bien pudiera ser el Portobello de Notting Hill, lleva el
apelativo de flea market, es decir
“mercado de la pulga”, haciendo alusión dicho animalejo al menudeo que caracteriza este tipo de actividad subsidiaria. También en alemán tiene la misma
etimología: flohmarkt, como el Naschmarkt
de Viena. En francés es marché aux puces (sólo
conocemos el de Lieja), en italiano mercato
delle pulci, derivado del anterior, y en portugués se habla de mercado das pulgas, siendo archipopular
la lisboeta Feira da Ladra (que no precisa
traducción). El parásito también está penetrando como plaga en el lenguaje de Hispanoamérica y, por fin, en utópico esperanto, amalgamando todas las lenguas anteriores, el lugar por antonomasia del trapicheo se reinventa como pulbazaro.
Pues
bien, pese a tales animalescas concomitancias, los bichos de cualquier tipo aparentemente
se han esfumado del Rastro actual. El que Jules Renard consideraba “un animal
sin pelaje, cuya piel es muy apreciada”, el más bello del mundo a decir de algún solapado machista, ese pretendido
objeto de una añeja pornografía en papel couché que tanto proliferó durante los
años de la Transición, ha desaparecido de facto: se lo han llevado los vientos de internet
y tan sólo queda algo de su ajado esplendor en formato DVD, normalmente pirata. Y hasta los recoletos jilgueros, canarios y demás aves canoras, que no ha mucho amenizaban con su
gorjeo las mañanitas dominicales, han volado, no se sabe si por prescripción
facultativa o proscripción gubernativa. De modo que la única presencia de fauna autóctona
(aparte de la de algunos bípedos implumes, quasi cuadrumanos, que eludimos citar aquí) parece ser la alineación de pollos de la
sempiterna camioneta-rustidera y, cuando el tiempo acompaña, la indeseada
tozudez de las cansinas moscas que pululan por los puestos de dulces y
encurtidos.
Por
eso tal vez sea poéticamente justo elaborar un censo razonado de las más representativas criaturas
rastreras a modo de registro bestiario. Seguimos ciegamente nuestro instinto y contamos para ello con una rastrovisión quizá muy subjetiva, deformación un
tanto libresca, pero también con antiguos cronicones y centones de incierta
ubicación, así como con una tradición oral de honda raigambre y fecunda cosecha,
de la que nos sentimos deudores. Como ciencias de apoyo para nuestras
investigaciones disponemos de ignotos estudios, injustamente preteridos y, de
hecho, hoy caídos en el olvido. Nos referimos a ciertos tratados frenológicos y
fisiognómicos que ya en su día utilizaron los Baroja (Pío y Julio Caro,
respectivamente), en sus novelas y trabajos folklóricos.
Un
caveat previo es necesario. Hacemos
notar puntillosamente que todas las descripciones que siguen se refieren
exclusivamente al macho de primera generación de cada una de las especies
consignadas. Pues la regla general es que las respectivas hembras abominen de
las patológicas costumbres y querencias de sus parejas, y que las crías se
desentiendan ya completamente de la etología y bagaje adquirido por los
ancestros. Tal es así, que es bastante normal que buena parte del acervo
patrimonial familiar revierta de nuevo en el Rastro en aras de la sostenibilidad del sistema. De este modo se cierra el ciclo
vital, eterno retorno de lo idéntico…
Comenzamos.
[Continuará]
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