Adiós
Ven mi niño. Tienes que despedir al abuelo, mi vida, tesoro.
Mamá –de negro- ya no lloraba. Ni siquiera lloraba. Se ve que logró serenarse, pero tenía párpados hinchados de sapo.
Mamá, adorable caja de sorpresas. Ella y sus misterios siempre. Al parecer, quería esta vez superarse. Despedir al abuelo: de acuerdo, ¿y a dónde se iba?
Entré en aquella sala –sin luz- empapado de miedo, como un animal aterido de espanto.
Yo tenía diez años, antes jamás había visto algún muerto, la noche –de negro, sin luz- ya no volvió a ser igual por el resto de mis días.
[disculpad mi insolencia, ultramarinos!!
por reparar mi culpa, y al hilo de mis lecturas (El ángel caído, Per Olv Enquist), allá va algo … si os vale para algo…
sin ningún compromiso, ninguna obligación, por supuesto
salud. Email de J. Huerta]
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