Las malas compañías

El Rastro, primavera de 2015

 La fama que arrastra Gromov por todos los baratillos no le salvó del malentendido en el que se vio envuelto en el delta. Vimos como el rumano Draco salió corriendo detrás de él al verle marchar con  el libro La leyenda negra (perfecto reflejo de sus andanzas). El ruso se defendió alegando que se lo había dejado el trapero (por una vez tenía razón).

Después de pasar por la franquicia de la nave de Orozco Tinofc se llevó otra bolsa de libros y revistas amparado por la amistad del capitán Carballal.

En el camino nos esperaban el Amanuense y un ojeroso Bombita para contarnos que habían asaltado la nave antes de la despedida de soltero; en diez cajas de cartón se llevaron unas cuantas revistas: Blanco y Negro, Tierras de León, Espadaña, Claraboya… Al polaco se le quedó cara de interventor electoral.

Nuestro amigo Gracilaso no nos dejó mirar ningún libro porque se los descolocábamos. Había tapado todas las cajas de libros con la lona con la que arropa la furgoneta por las noches. El merchante de la égoglas sacó una libreta y le leyó a Larsen un poema de amor que le había escrito a una compradora. Atrompicones recitaba los versos debido a su mala letra. Nos regaló un vino cosechero que elabora con las uvas de las viñas de su padre. Nos pidió 50 céntimos, “por aquello de que lo gratuito se valora poco”.

Gromov se pasó toda la mañana buscando alguna alma caritativa que le llevase a Astorga a la presentación de la Galerna nº 2. Todos fueron desgranando sus impedimentos: “Me voy el viernes", (Larsen); "no vuelvo", (el poeta de Alfranca); "voy en tren para que no me quiten los tres puntos que me quedan", (el Amanuense); "tengo el viaje de luna de miel", (Bombita); y el más chulo de todos, "yo voy en bicicleta", (el polaco).

Ante tanta desolación y como al niño que le quitan un juguete, Gromov se enfadó y dijo que no iba, pero que le guardasen un ejemplar de la revista.