Una temporada en el Infierno
LA FILOSOFÍA EN EL TOCADOR
La Philosophie du Boudoir del Marqués de Sade, difundida desde hace cien años en ediciones clandestinas, contiene cosas que de otro modo no conoceríamos como objeto de la pluma, si descontamos las inscripciones de los muros en rincones insalubres.
En esta obra suena el aullido de la hiena, que voraz va a cazar por las cloacas, con piel húmeda y viscosa y con un hambre carnívora insaciable, que finalmente absorbe la sangre y devora los despojos de la vida. Cada sorbo de la roja fuente es como el agua del mar, que torna la sed siempre más rabiosa.
A esto se corresponde la manera en que se maneja la pluma: por ejemplo, la separación de las palabras y los jirones de frases mediante guiones que cortan el aliento al discurso y desgarran el lenguaje en estertores y gemidos; la interminable retahíla de sinónimos para designar acciones y objetos que de esta forma pueden ser acariciados de modo cada vez más ávido y sensual; el lenguaje se clava en la carne con agujas ardientes; las comillas mediante las que cualquier palabra se sella como obscenidad: es indispensable el presupuesto de una complicidad perversa del lector con el autor; esa manera peculiar de interrumpir la brutalidad palmaria de los argumentos con giros afectados para conferir a los pasajes de las coyundas más salvajes, a través de un inesperado fogonazo de mojigatería, el máximo grado de evidencia.
El conjunto se lee con angustia, no tanto por los horrores como por la seguridad imperturbable con que se rompe el acuerdo tácito que rige las relaciones humanas. La impresión que causa es algo así como si alguien alzara la voz en un cuarto y dijese: «Puesto que estamos reunidos entre bestias...».
(Ernst Jünger: Libros crueles, en El Corazón Aventurero, 1938)
Adjuntas, las traducciones de Ricardo Pochtar en Libro Amigo de Bruguera (Charlus) y de García Calvo en Lucina (Jupien).
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