La mañana empezó con la noticia de la muerte del carnicero bibliófilo de Mansilla. Nos tranquilizamos al saber que a este arroyo no llegarán sus libros flotando. El paso acelerado de la grúa nos despertó de nuestras ensoñaciones y casi peinó con un nuevo look al Enciclopedista.
En Reto sólo apareció una caja con novedades que el eslavo Gromov se encargó de florear. Cargó su mochila con la lista de best sellers de títulos discretos: El último Catón, Los pilares de la tierra, La catedral del abismo, Las siete revelaciones del desierto, Los vampiros de la casa meronvingia...
Tinofc, según nos íbamos acercando a la Cacharrería, nos entretenía con sus historias de café y libreta de ultramarinos donde escribe sus pinceladas impresionistas y, muy a menudo, lo confunden con un inspector de hacienda y le sale gratis el carajillo.
En el tendido 7 el Ilustrado y el Amanuense escarbaban en la miseria de los libros de un trastero abandonado. El vendedor lanzaba las ofertas mañaneras: "A 1 euro los libros, si los encuentra más baratos, le regalamos otro. Déjense de flores y regale libros a la mamma".
En la almoneda del Pastor, un despiste de éste hizo que el lúcido Gromov se llevase a buen precio una primera edición de La Odisea, con unas ilustraciones exquisitas.
En el arroyo, Ocramalliv salvó del lodo unos testimonios de exiliados y dejó en la orilla para mejor ocasión a su amigo Curtis Garland que humildemente quedó haciendo sombra al Rojo y negro, traducción de Consuelo Berges. Al final de su vida todos reposan juntos en este camposanto.
Con el canto del zopilote de Comala regresamos a la destilería con el psicoterapeuta y el Maletilla Rivera. Mientras uno comprobaba el estado del corcho escondido entre las cajas de Bandeira, el otro negociaba por las últimas cajas de Valdeorras. Poco a poco el lugar se llenó de adictos y aprovechó la ocasión el vanidoso Gromov para hacer su perfomance de purificacíon semita. Por encima de la cabeza levantó una botella de ginebra a modo de alcachofa de ducha y recitó unos versos del Jayam: "Quiero que cuando muera con vino se me lave y se rece en nombre del amor y de la copa. El que el día del juicio desee dar conmigo en el umbral de una taberna ha de encontrarme."
El sumiller Ocramalliv se negaba a llevar ninguna botella de vino si antes no lo cataba. El Tabernero empezó a abrir distintas botellas y el polaco bebía a sorbos sin escupirlos. En silencio escribía sus valoraciones en la Moleskine. Solamente pasó la prueba de calidad el oporto de su amigo Pereira. Tuvieron que sacarlo de allí entre el Pescador y Larsen antes de que entonase el Asturias, patria querida.
Como el Grupo salvaje, caminabamos ocupando todo el paseo derechos a enfrentarnos a nuestro destino. Tinofc caminaba con dificultad debido al tirón que le había dado al pujar las cajas de vino del dúo dinámico y también por su trabajo de sumiller. El Amanuense nos animaba, como todos los domingos, a ir al rastro de la ciudad impar aprovechando la presencia del cicerone del Pabellón 6 y, como siempre, todos nos hacíamos los longuis.
El inquieto Pescador se paraba en todos los puestos. Si un motor sonaba, allí se acercaba a escuchar su melodía. Si cantaba un grillo en la floristería, arrimaba la oreja para ver si era macho o hembra. Preocupado por el ecosistema castellano le preguntaba a Gromov si en Valladolid había buitres leonados o pardos. Su curiosidad es infinita. El de Torre nos contó sus aventuras con su madre en Matavenero donde los hippies plantan las zanahorias sin arar la tierra porque hay que mimarla. El Editor de Labici sacó a colación la figura de Durruti y descubrimos que el erudito Gromov (lo sabe todo y eso es lo único que sabe) más que lagunas tenía océanos sobre el anarquista leonés. Si levantase la cabeza Buenaventura le daba a su paisano con el cucharón de las sopas de ajo en la cabeza.Tinofc lo defendía recordándonos que su especialidad era los revolucionarios bolcheviques y no los autóctonos. "!Menuda fauna, los Ultramarinos!", gritó, vengándose, el Psicoanalista.
Cuando nos íbamos, el Ultraísta empezaba a subir la Trapa. En la acera de la carretera nos despedimos del Amanuense que se iba en su coche fantástico como un Superlópez de TBO. Más adelante, el Pescador colocaba en el maletero bodega los restos de la licorería. Camino del Manzanal se fue; le deseamos suerte por si caía en un control de tráfico.
Con la llegada del sol, el pájaro de mal agüero ha desaparecido del paisaje rastril. Dicen que le han visto sobrevolando las ruinas de la casa colonial de los Panero.
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