En Lucerna
hay un espléndido monumento tallado por Thorwaldsen en la roca viva.
Representa a un león agonizando en una cavidad. Herido de muerte, la sangre
mana de una herida en la que todavía está clavada un trozo de flecha. Con la
regia cabeza apoyada en una de sus patas, el león se lamenta mientras su mirada
transmite un dolor insoportable. Está sólo. Abajo, las aguas del estanque. En
torno a él no hay más que colinas,
árboles y follaje. Los transeúntes pasan de largo, sin percatarse de la agonía
de la majestuosa fiera…
(Aleksandr Herzen, Lo vivido y lo pensado)
[Gromov]
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