No es de extrañar que a Dakovika, siendo como ha sido un éxito pleno, le salga ahora un Avellaneda que tira de algunos capítulos y los estira hasta ver si la teta de mi ingenio riega el suyo. Ha tenido este Avellaneda, salvando yo las larguísimas y siderales distancia de ser un cervantito, la delicadeza de salirme en las barbas mismas y de dar sus piedras brutas en estas mismas páginas ultramarinas.
Al menos no me ha motejado de viejo o de manco como al otro, seguramente porque más viejo sea él y manco no yo soy y ni en la mano de él ni en la mía haya estado el parar el tiempo, ni la ocasión más alta que vieron los tiempos de perderla. Quieran seguramente moverme a escribir la verdadera historia de Dakovika en segunda parte pero no me bastará con darle muerte al auténtico protagonista que es "el cuervo" sino a ese Larsen también, cuyo sosias real puja y anima al Avellaneda este no por quitarme la autoría del primero sino por ascenderse él de personaje secundario a primer personaje.
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