El Rastro, primavera de 2014 |
El joven del Círculo rondaba el Delta buscando un comprador para un tomo de Shakespeare. Se lo ofreció al polaco que le dijo que él se había quedado en Jacinto Benavente. Llegó Gromov quejándose de ser el último en la lista de prioridades. A la pregunta de cuánto me das, el ruso le pidió precio. Y de ahí no salían. "La mañana es muy larga y el tomo pesa lo suyo, ya hablaremos", dixit el eslavo.
De camino a Reto fuimos desgranando la vida y milagros de Lois Pereiro ("El clásico desconocido de la literatura gallega del S. XX ". M. Rivas). Larsen recordó que se había comprado la obra completa en un volumen de 800 páginas en la editorial los Libros del silencio. Recordado por su excesos en los tiempos de la movida y por sus versos, un tren de mercancías a punto de descarrilar, que la colza detuvo en la estación de Monforte. Larsen nos repartió unos sonetos y marcapáginas de Carriedo dedicados por el prologuista y onirocrítico M. Paz.
Varada enfrente del Albéitar estaba la nave de Reto. Entre sus cajas aparecieron restos de la librería Pisa y Padre isla: Revistas de poesía, libros de sociología y economía. Como el viento soplaba a favor, muchos de los libros estaban duplicados y eso facilitaba las buenas relaciones.
El apandador del trapero se llevó de una brazada toda la poética del Rastro dejando a Tinofc a verlas venir (las musas de la buena suerte). Soltó un medio rebuzno: "Todas para ti, tontolaba". Más tarde con el rabo entre las piernas se acercó el polaco para hojear la revista Jugar con fuego. "¿Sabes quién está detras de ella?". Ante el silencio de Larsen le piropeó: "eres un ignorante Ilustrado"; a su lado Gromov se reía escandalosamente como una venganza por las humillaciones del trapero. "Detrás de esta revista está JLGarcía Martín y sus heterónimos. Me la tienes que dejar". " Ya veremos..."
Gromov se fue contento con un libro de poesía infumable dedicado a las librerías Pisa y Padre Isla que le daba una pátina de nostalgia. Larsen sacó de la bolsa del Árbol un libro de poesía, y quiso leernos unos versos para empezar el camino con buen pie; Tinofc le informaba que ese poeta había estudiado en el instituto con él y que era muy malo (Investigaciones posteriores supimos que sus opiniones las dictaba la vengativa envidia porque le había eclipsado su despegue como activista póetico en el Padre Isla).
Descendíamos hacia la quincallería sorteando furgonetas. "¿Habéis visto a los dos últimos novísimos: Gromov y el Amanuense?", se descojonaba el polaco ahogándose en una tos seca entre las brumas del Ducados mentolín. El ruso, hábilmente, cambió de tema para contarnos que había visto a los catódicos Decano del Rastro y al tío Perruca (Bovac Lico) entrevistándolos sobre el crimen del puente.
Vimos al periodista Garduña con su magnetófono Sanyo y su cámara compacta Lalys. Nos preguntó si habíamos visto al esquivo malabia. Le respondimos que hacía mucho que no sabíamos nada de él. La últimas noticias suyas las leímos en El ultramarinos digital. Nos interrumpió Marconi que llegaba con una radio en cada brazo y a su lado, Bombita voltímetros. "Vamos a descargar al coche, que hoy hay pesca de arrastre".
Larsen le dio a Gromov el diario Nevermore del Cuervo para Avellaneda, una forma de romper esa enemistad literaria alimentada en las aguas estancadas de los apócrifos. Abandonó el barco dejando a la tripulación a la deriva con el grumete ruso y el malogrado polizón polaco. "Lo que no encuentres de ocho a nueve de la mañana, ya no lo busques. Todo pérdida", con estas 17 palabras se alejó el trapero.
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