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Morti
La razón de ser de este texto «de camino» es contemplar el deambular de Kafka, y sus otros K., sin parpadear, contemplarlo con esa fuerza del mirar incesante de la que él escribe y tacha, mirar sin relajar el párpado, evitando que todo pudiera perderse en un instante de oscuridad, y escuchar con atención cada pisada de los unos y los otros en dirección a la nada. La razón de ser del deambular es el deambular mismo, aun con la incertidumbre de no saber si se llegará a algún lado. Tanto mejor. Cuanto más lejos, sí, más cerca. No es sólo andar sino también saber que si a uno se le ha olvidado el cuaderno en casa debe regresar a por él o, al menos, comprar otro inmediatamente. Porque es irresponsable viajar, o andar, sin tomar notas, como él mismo anota en uno de sus Diarios. Y es que así comienza todo, también este texto, con la sugerencia de detenerse para, en calma, escribir en el cuaderno, sobre las rodillas, a mitad del camino. Escritura en movimiento, de camino.
Miguel Ángel Ortiz Albero avanza a tientas por los textos de Kafka, con cautela, prudencia e incluso desconfianza, como dice Walter Benjamin. Todas las precauciones contra la interpretación son pocas. Mejor, como proponen Deleuze y Guattari, la «experimentación Kafka», sin interpretación. Y evitar así el furor de explicaciones del que habla Maurice Blanchot, y limitarse a caminar al lado de Kafka. Bastaría con intentar, si fuese posible, seguirle el paso, por su camino. Y perderse, por supuesto, en él. Un ensayo literario extraordinario en el centenario de la muerte de Franz Kafka.
Les va a encantar.
En marzo, en #LibreríasIndependientes
>Javier Fòrcola