23 de febrero de 2017

Hambre




Hambre

Estaba prevenido aunque dudaba de su existencia, pero hoy por fin lo he visto. Y él me ha visto a mí. He visto su cara de espanto, con los ojos a punto de salirse de sus cuencas y he oído el horrísono chillido que casi perfora mis tímpanos. El monstruoso ser, cien veces más grande que yo, me cogió desprevenido. He de tener más cuidado pero el lacerante hambre que siento ha hecho que me vuela más intrépido y también más imprudente. Son extraños estos seres. Absurdos, crueles y cobardes hasta donde no hay límites. Mi sola presencia ha trastornado al monstruo y ha huido despavorido. Si he de creer las historias de los viejos no todos son así, también los hay que ante nuestra presencia no gritan ni huyen aterrorizados, sino que ponen todo su empeño en aniquilarnos en cuanto nos ven. Aunque los he sentido, no he visto ninguno. Tampoco he visto ni sentido a los otros seres. Son mucho más pequeños, pero con mucho, más peligrosos. Sigilosos y siempre acechantes son también crueles, pero no cobardes, y muchísimo más hábiles y letales. Pero quizás no existan esos depravados seres, esos a los que les brillan los ojos en la oscuridad, quizás sólo sean leyendas de los viejos.

Los viejos. Siempre amonestando, siempre advirtiendo. Desde que tengo memoria he oído lo mismo: que en cien generaciones nadie de los que pasaron el río ha regresado. Pero qué han hecho ellos por mejorar. Nada. Siguen igual que sus abuelos y que los abuelos de sus abuelos, llevando una vida mísera, pasando frío y hambre. Yo quiero algo más. Ya no soportaba esa vida de miseria y penurias. A pesar de la oposición de todo el poblado, furtivamente, crucé el río aprovechando el hielo. He perdido el cómputo de las lunas que estuve caminando pero, aunque extenuado, hace unos días he llegado al poblado de los monstruos. El hambre es extrema. Estoy famélico, ha empezado a caérseme el pelo y creo que se me mueven los dientes pero ya cometí una imprudencia y uno de ellos me ha visto. Por suerte era de la especie de los cobardes, pero no volverá a pasar, me he escondido esperando la noche, protegido por sus sombras tendré ocasión de explorar sin ser visto.

Todo está a oscuras, pero sé que aquí se guardan apilados cientos de alimentos. Ahora sólo los olfateo pero los he visto a la luz del día, tan tentadores como inaccesibles. Alineados en los anaqueles, todos encerrados entre maderas y pequeños muros como el hielo que, imposibles de atravesar, martirizándome, dejan ver lo que encierran. Sólo dejan escapar el aroma que me enloquece. Estoy débil, me muero de hambre y estoy rodeado de comida por todas partes. ¡Malditos monstruos!¡Son mil veces peor de lo que suponían los viejos!... Un momento, este olor nuevo es muy fuerte para ser de un alimento encerrado. Temo que el hambre implacable me esté haciendo alucinar. A tientas, y aun con los ecos de las advertencias de los viejos golpeándome las sienes me acerco receloso al punto de donde provienen los prometedores efluvios. Olisqueo entre las tinieblas. No hay duda. He palpado algo para comer. Sólo las ansias son superiores al hambre. Muerdo el manjar con avaricia y... un silbido que rasga el aire llega a mis oídos. Un sexto sentido hace que retire la cabeza justo en el momento en el que el silbido termina en un chasquido como de huesos rotos. Se velan mis ojos con un color rojo intenso salpicado de chispas danzarinas. No puedo moverme, no puedo respirar. Confuso y aturdido tardo unos instantes en comprender que ese chasquido de huesos rotos proviene de mi nuca. Siento un frío hierro sobre la base de mi cráneo que aplasta mi cara contra el suelo. Se apagan las chispas, el rojo intenso se vuelve violeta y el violeta negro. Todo es negro, frío y negro...

- Eh!, vaya, creo que no necesitaremos ningún gato. ¡Ya cayó! Fue buena idea poner ahí la ratonera. Lo peor es el asco que me da, pero tengo que retirar este inmundo bichejo antes de que lo vea María. ¡Se pone histérica cada vez que ve un ratón!

El Amanuense



Callejero


Mercadillo de Astorga

Onetti


Alejandro Zambra



[Larsen]

Escaparate



[Tinofc]

Rima interna


rima interna


Otra historia encontramos en la segunda parte del libro, titulada “El día de regalo” y subtitulada “Borrador de un poema”, un poema que volvería por sí solo a Juan Bonilla como uno de nuestros poetas imprescindibles. El poema arranca hablándonos de alguien que inicia su día haciendo todo aquello que detesta. ¿Por qué? “Digamos que es costumbre familiar. / Cuando se muere un padre alguno de sus hijos / tiene que regalarle un día, / hacer durante un día las cosas que el difunto ya no hará, / ponerse en su lugar”. El poema avanza convirtiéndose en un entrelazado de biografía del padre, reflexión sobre las relaciones paternofiliales y esas pequeñas cosas que son nuestro autorretrato sin que nosotros lo sepamos. El poema es un borrador porque espera que “algún día mi hijo lo descubra entre mis cosas, / y piense: un día de regalo, vale, padre”, “y me regale uno de los milagrosos días de su vida / cuando el milagro de la mía haya terminado / y corrija y termine este poema”. Creo que ganaría limando algún exceso conversacional (“ya te digo”, ese “qué cabrón” repetido) por su redundancia; el tono del poema ya es conversacional, y cargar las tintas demasiado en eso reduce la tensión del poema. Pero es un poema enorme, que no debería faltar en ninguna de las antologías que de este tiempo se hagan.

Martín López-Vega



22 de febrero de 2017

Como si no murieras





«Los libros que nos marcan el alma de verdad cuando los leemos por primera vez nunca son nuestros». (B.M.)


Clip editing





- He oído que Manual de Ultramarinos va  a sacar ediciones de bolsillo. Supongo que serán en octavo, en vez de en cuarto.

- ¿Y qué tendrán, ¿clip en lugar de grapa?

[Cándido y Viperino]


 

Dos ciudades




En 1945, cuando Adam Zagajewski contaba cuatro meses de edad, su ciudad natal (Lvov) fue incorporada a la URSS y su familia obligada a mudarse a una antigua población alemana (Gliwice) que Polonia acababa de anexionarse. En una Europa marcada por el totalitarismo, la contradicción y el desarraigo, aquellas gentes desplazadas contra su voluntad se convirtieron en «inmigrantes que, no obstante, nunca habían abandonado su país». De aquella experiencia nace esta reflexión lúcida, veraz y valiente, que trata de aunar los dos polos que estas dos ciudades representan: el de un espacio mítico, aunque sorprendentemente doméstico, cálido y acogedor, y el de una realidad hostil y poco generosa, quién sabe si representación simbólica de la tensión poética. Este ensayo ha despertado el entusiasmo unánime de la crítica. Susan Sontag lo celebró con estas palabras: «Leer “Dos ciudades” supone disfrutar de un recorrido por una mente maravillosa», y John Ashbery lo 
definió sencillamente como «un libro extraordinario».

[El Replicante D]

Postales Ultramarinas#31




[VK]

21 de febrero de 2017

Avisos


Musac



Queridos amigos, con motivo de la reciente inauguración de la triple exposición de Amable Arias en Bembibre y en León (Casa de las Culturas, CLA Instituto Leonés de Cultura y MUSAC), mañana miércoles 23 de febrero a las 19:00 h. tendremos en el Laboratorio 987 una actividad muy especial. Se trata de “Biblioteca abierta”, una apertura al público de las grandes claves discursivas de la obra de Amable: sus lecturas. Tendré el placer de mostrar a los asistentes los libros que contribuyeron, en su formación autodidacta, a construir su personalidad artística e ideológica. Dejaremos que sea el propio Amable quien nos hable a través de sus reflexiones y sus lecturas.
Explorar una biblioteca desconocida siempre es una aventura extraordinaria. Os invito a compartir la experiencia conmigo.

[Jesús Palmero]

19 de febrero de 2017

Great Minor Poets






[Tinofc]

Las malas lenguas




«Me he enterado de que Manual de Ultramarinos os habéis convertido en la cantera de Ediciones Eolas en su nueva etapa. Próximamente van a editar a Tomás S. Santiago, José Miguel López-Astilleros, Bruno Marcos y, ¡siéntate!, a Larsen».

Visto y oído por el cuervo en el Musac

Enseres


Cacabelos

Como si no murieras




«Me ha pasado una cosa rarísima, dos capítulos de un libro habían desaparecido y, por puro azar, entré en una cita al pie de la página y estaban allí metidos, fue como una implosión del espacio, nunca se me había pasado por la cabeza  que en lo pequeño cupiera lo grande, el libro dentro de la cita.»(B.M.)


enREDados




El poeta y el tiempo



Marina Tsvietáieva (1892-1941) es una de las más grandes poetas que ha dado la literatura rusa de este siglo. Sin embargo, su obra y su nombre fueron injustamente ignorados durante mucho tiempo.
Ahora, cuando ha transcurrido casi medio siglo desde su muerte, el interés por la figura de Marina Tsvietáieva es cada vez mayor y su obra comienza a ser ampliamente reconocida y valorada en diversos países. Los ensayos elegidos para El poeta y el tiempo, primer volumen en español de la prosa de Marina Tsvietáieva «Un poeta a propósito de la crítica», «El poeta y el tiempo» y «El arte a la luz de la conciencia», son el producto de la constante reflexión de la autora sobre el arte, de su meditación sobre la conciencia y el tiempo y de su profunda preocupación por el sentido de la tarea del poeta. Unos ensayos en los que relampaguean contundentes afirmaciones:«Ser contemporáneo es crear el propio tiempo y no reflejarlo. Reflejarlo, sí, pero no como un espejo, sino como un escudo»; «La contemporaneidad del poeta está en un cierto número de latidos del corazón por segundo que indican la pulsación exacta del siglo»; «El arte es la naturaleza misma. No busquen en el arte leyes distintas de las que le son propias (no el arbitrio del artista, que no existe, sino precisamente las leyes propias del arte)». Los textos de Marina Tsvietáieva se abren con la «Respuesta a un cuestionario», en la que la propia autora se presenta al lector hablando de sí misma, de sus orígenes, de su evolución espiritual. Y se cierran con sus reflexiones a propósito de las cartas de Rilke, «sólo un pretexto para desplegar su fuerza creativa, remontar el vuelo y contagiarnos de su poesía», en palabras de Selma Ancira, estudiosa de la literatura rusa, a cuyo cargo ha corrido la edición y traducción de los textos.

[El Replicante D]


17 de febrero de 2017

Saldos


EL TRASTERO POR LA VENTANA





El librero de Galatea siempre dijo que saldar libros desprestigiaba a una librería inglesa. Esta vez, sin que sirva de precedente, con motivo del 20 aniversario ha rescatado algunos ejemplares que han vivido en la sombra («no los ha visto ni el polaco») desde que Leo empezó esta aventura cervantina, y les ha puesto un precio ajustado al bolsillo de la clase media. Visítala, te lo agradecerán con un marcapáginas de Landero.

[el trapero]


La pared amarilla







[Larsen]

enREDados




16 de febrero de 2017

Cuidar los libros



Zenda


«Con mimo y cariño, como se cuida a los seres queridos. A los muy fatigados y esguardamillados los visto y los encuaderno. Pero no suelo encuadernar los que están en buen estado, pues me gusta verlos al natural, como salieron de la imprenta. No los abro demasiado al leerlos, nunca escribo en ellos más que a lápiz y utilizo siempre marcapáginas. A veces saco algunos y los acaricio, para que vean que me acuerdo de ellos y que a pesar de una larga convivencia todavía los quiero. Y cuando los saco, vuelvo a hojearlos y siempre leo algunas páginas. Me lo agradecen mucho».
José Luis Melero

[Entrevista de Daniel Heredia en Zendalibros.com]


Marcapáginas


[el trapero]

Expurgos




Comprado al peso en La Casquería (Lavapiés)

[el trapero]

Recicletos


[VK]

Juventud en Viena





Entre 1915 y 1920, en la cima de su fama, Arthur Schnitzler empezó a escribir sus recuerdos de los días de juventud transcurridos en Viena. El relato termina en 1889, cuando Schnitzler, en aquel entonces médico asistente de su padre en la Policlínica de Viena, encuentra su camino hacia la literatura. Schnitzler nos habla de su infancia, de sus años de estudiante en Viena, de la vida de un joven de la alta burguesía judía, de sus amistades y en especial de sus amoríos, de su encuentro con la práctica médica, de su servicio en el ejército como médico militar y de sus viajes a Berlín y Londres. Con humor y distancia irónica, nos dibuja, en definitiva, un mundo que estaba destinado a desaparecer, algunos años más tarde, con el hundimiento del imperio de los Habsburgo.

[El Replicante D]

Rebajas





Un tal KID ABE dice que han puesto un cartel para los de ciencias y otro para los de letras.


[JVNT]

15 de febrero de 2017

Postales Ultramarinas#30



[VK]

Reedición





Debido al éxito de Dakovika 2, no hemos visto obligados a reeditar, en edición bolsillo, la primera novela.

[malabia]

Visto y no visto













[Larsen]

Las malas lenguas




Gromov abducido por un agujero negro de libros.

Visto por El Amanuense en el Rastro de León


Ultramarinos Finos




[Tinofc]


Erzra Pound


Ezra Pound en Venecia (1963). Foto de Walter Mori



Nacido en 1885, era un chico de Idaho. Fue maestro de escuela. Le echaron por ser «demasiado del estilo del Barrio Latino». Pronto buscó solaz entre almas gemelas en el extranjero. A los veintitrés años, mientras pasaba hambre en Venecia, donde sólo comía patatas, publicó A Lume Spento, su primer poemario, que fue el inicio de una intensa amistad con Yeats, que escribió de él: «Tiene una naturaleza áspera y testaruda, y siempre está hiriendo los sentimientos de las personas, pero creo que tiene genio y una gran buena voluntad». ¡Decir que tenía buena voluntad es poco!: entre 1909 y 1920 en Londres, donde vivió primero, y luego en París, promovió continuamente las carreras de los demás (fue a Pound a quien Eliot dedicó The Wasteland; fue Pound quien reunió el dinero que permitió a Joyce completar el Ulysses). Su generosidad en ese sentido es tan grande que incluso Hemingway, que no siempre está dispuesto a celebrar la bondad de los demás, lo reconoció: «Así que, hasta ahora», escribió en 1925, «resulta que Pound, el gran poeta, dedica, digamos, una quinta parte de su tiempo a su poesía. Emplea el resto en tratar de mejorar la suerte, tanto material como artística, de sus amigos. Los defiende cuando son atacados, hace que las revistas publiquen obras suyas y los saca de la cárcel. Les presta dinero. Vende sus cuadros. Les organiza conciertos. Escribe artículos sobre ellos. Les presenta a mujeres ricas. Hace que los editores acepten sus libros. Los acompaña toda la noche cuando aseguran que se están muriendo y firma como testigo sus testamentos. Les adelanta los gastos de hospital y los disuade de suicidarse. Y al final algunos de ellos se contienen para no acuchillarse a la primera oportunidad».
No obstante, se las arregló para publicar opúsculos de un modo regular, para lanzar sus sonoros Cantos («la epopeya de las andanzas de una mente literaria», como los definió Marianne Moore dando muestras de su acostumbrada exactitud) y para intentar, con seriedad, aunque infructuosamente, experimentar con la escultura y la pintura. Pero fue el estudio de la economía lo que llegó a acaparar todo su interés («La historia que omite la economía es palabrería inútil»). Fue adquiriendo ideas muy extrañas acerca de este tema, y fueron algunas de ellas las que provocaron su ruina: en 1939, cuando ya llevaba mucho tiempo siendo italianófilo y admirador de Mussolini, empezó a transmitir por radio Roma una serie de discursos de corte fascista que culminaron en su acusación y procesamiento como traidor a los Estados Unidos. Las unidades del ejército norteamericano que invadía Italia le apresaron en 1945. Durante varias semanas, como si hubiera sido una bestia sarnosa y rabiosa digna de un zoológico, le tuvieron encerrado en una jaula al aire libre en Pisa. Unos meses después, en la víspera de su juicio por traición, fue declarado loco, cosa que puede ocurrirle a cualquier poeta en su sano juicio artístico. Y por ello pasó los siguientes doce años encerrado en el Hospital St. Elizabeth, en Washington. Durante su encierro publicó The Pisan Cantos y ganó el premio Bollingen, recompensa severamente criticada en los ambientes reaccionarios.
Sin embargo, un lluvioso día de abril de 1958, Pound, ya un viejo de setenta y dos años, con su otrora centelleante barba de color ceniza y su rostro de santo y sátiro marcado por arrugas que narraban una historia de pesadumbres, se puso de pie en Washington frente a un juez, un tal Bolitha J. Laws, y oyó que se le declaraba «loco incurable». Incurable, pero lo suficientemente «inofensivo» para quedar en libertad. Y entonces Pound anunció: «Cualquier hombre que soporte vivir en Estados Unidos está loco», y se preparó para irse a Italia.
Unos días antes de partir le hicieron fotografías. Mantenía cerrados los ojos arrogantes y burlones mientras cantaba trozos de canciones sin sentido y se paseaba como si todavía estuviera encerrado en su jaula pisana; o, más bien, en una jaula que había llegado a ser la propia vida.
 Retratos (2004). Truman Capote.

[el trapero]

Conversaciones con Kafka




Conversaciones con Kafka es una obra peculiar. Recoge las conversaciones mantenidas entre 1920 y 1924 por el autor del libro (entonces un joven con inclinaciones literarias y artísticas) con Kafka. Esta extraña amistad nace de la relación laboral del padre de Janouch con Kafka (ambos eran funcionarios del Instituto de Seguros contra Accidentes de Trabajo) a quien admira y respeta por sus opiniones y comportamiento. De este modo, Janouch tendrá acceso directo al despacho de Kafka los días en que acuda a visitar a su padre, observándole en su entorno laboral y acompañándole de vuelta a su casa en la Plaza Vieja. Según la relación se vuelve más estable, el joven acompañará a Kafka en alguno de sus paseos vespertinos. Este libro nos ofrece una imagen de Kafka algo diferente a la habitual pero, en esencia, totalmente acorde con lo que se sabe de él. Su gravedad y su seriedad a la hora de expresar sus opiniones, sus convicciones sobre el papel de la Literatura en la sociedad o su visión del judío de principios del siglo XX, alejado del gueto pero incapaz de hallar un lugar bajo el sol en el nuevo mundo que está surgiendo son una constante de su pensamiento a través de sus obras de ficción, diarios, correspondencia o estas conversaciones. Las paradojas de Kafka están muy unidas a su característico sentido del humor que la imagen vulgarizada de su figura ha obviado totalmente en favor de un ser tenebroso y depresivo. Por contra, Janouch (igual que Max Brod) pone de manifiesto las numerosas ocasiones en que sus conversaciones terminaban en una carcajada, o al menos en el especial modo de carcajear que tenía Kafka. Por las páginas del libro aflora un Kafka humano, tierno, vulnerable, lúcido y sabio.

[El Replicante D]