Una vez espantados los agostos de los finales de junio un día templado inauguró julio para que los ultramarinos se fueran, como van todo los años a despedir la temporada, hasta el ajardinado restaurante campestre de Javier Emperador, quien por ausencia impepinable dejó todo ordenado para el recital perfecto.
Con buen retraso fueron apareciendo los miembros sin respetar la etiqueta de camisa floreada casi todos, haciendo espaldas y feos a la floral estación.
Los apuntes de esas uñas celestes ya rasgaban el silencio del guitarrista excelso de los ultramarinos cuando el renubero editor malabia presentó su papeles veraniegos.
Comenzó el titular solitario de la colección ‘Vivir del cuento’, única de Europa infantil escrita por un niño, leyendo un capítulo de su novela de aventuras que desvela la verdad sobre la mala materia de la industria de los comercios chinos, debida a la localización extraterrestre de las fábricas.
Seguidamente leyéronse en su propia voz poemas escritos por el autor que habita solo en la colección ‘Rue des solitaires’, breves y dolorosos muchos de ellos, escritos todos con lo que calla.
Se presentó también la volandera 10 sobre vagabundos y un marcapáginas precioso de ´Los perros románticos’, con la cita bolañista que bien se podía aplicar a nuestro editor ultramarino, “Los cobardes no editan a los valientes”, siendo él de entre estos el más valiente de todos editando a tantos valientes que es más bolañista que Bolaño, aunque sus ediciones sean de mentira todas.
Nos deleitó el guitarrista tanto luego que todos nos fuimos con la mirada a las adelfas y nos ensimismamos.
Pasaron a las firmas y dedicatorias los autores apreciando el de la calle de los solitarios, al menos, un verso que se había trocado en nada, dejando un poema acortado. Presto acudió a corregir a mano tal desaguisado en cada uno de los ejemplares, inaugurando este autor así un método para las futuras chapuzas y erratas, la de que, siendo tan escasos los ejemplares, el autor subsane, de puño y letra, lo que el malabioso destroza, revalorizando así la ediciones imperfectas como más únicas.
Ya en la comida el gran malabia anunció que el próximo sería año sabático suyo, aunque tenía más proyectos a rematar que los que acometió en el año pasado.
De entrada nos sirvieron una sopa de extraño sabor sobre la que, al paladearla el ultramarino libidinoso, se preguntó quién habría metido los pies en ella, al tiempo que se servía el segundo cuenco de ella. Y se vio que se interrogaba sólo por curiosidad detectivesca, sin expresar repugnancia apenas. El resto de la comida fue mejorando hasta el brindis último y la desaforada tertulia, llena de proyectos y lunas, y a la puerta un gatito de días, en su mitad delantera blanco y perla en la trasera, con ojos azules como el cielo de ese día de julio, nos despidió jugando por entre las puertas del molino.
Y así nos fuimos muy ufanos de vernos y muy dispuesto al reencuentro, con la intención de investigar un local propio en el centro de la ciudad galdosiana de noches de lunas rotas, románticas y leves.
(El cuervo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.