18 de noviembre de 2019

Crónica Ultramarina



M O R T U A R I O
C e m e n t e r i o  U l t r a m a r i n o


       Foto / Juan Luis García (Agencia Matsuo)


Con retraso se reunió de nuevo la logia ultramarina, ya metidos los gélidos fríos invernales por los puestos del Rastro de antigüedades de la calle de Cadórniga. Allí su gran maestre, cubierto de gorro peruano y subida la bufanda hasta las hirsutas patillas, hizo guardia de incógnito una hora antes rebuscando entre los candelabros retirados y los apolos y las dafnes tiritando. Se proveyó de libros todos tiznados como cuando compraba ingentes cantidades mientras llegaban, goteando, los envejecidos renqueantes traperos del tiempo.
Los de los puestos les miraron muy raro cuando se sacaron la foto colectiva ya que los rastreros todos son contrarios a los grupos, individualistas acérrimos, hoscos solitarios, nostálgicos desconfiados. Una vez ya dentro de la bodega del bar Begoña, que está a mitad sobre el suelo y a medias bajo tierra, se dio presentación a los obituarios de hombres vivos. Casi ninguno respetó la etiqueta, como siempre, que era luto y ropa vieja, a excepción del editor malabia y del editor Eolo, que fueron más allá de lo pedido viniendo vestidos directamente de finados.
Leyénrose los textos dedicados a los personajes ultramarinos de cuerpo presente y se dejaron los otros para la intimidad corriente. El discreto Vokislav Karbajc se estrenó declamando hermosos textos suyos, escritos con la pluma mojada en el tintero dakovikiano del cuervo. El pequeño Mortisaga desenfundó su bolígrafo por esta vez descargado de hilos venenosos para alabar a los finados y el cuervo rememoró las principales hazañas ultramarinas de aquellos que glosó, uniendo a la caricatura el retrato de espíritu.
Se fueron luego a comer a la cueva, esta vez sin las llamas de la chimenea. Rememorando brindis pasados hicieron los nuevos y se removieron romas con santiagos en sus disquisiciones muchas sobre literatura y literatos, poetas y poetastros, figurones, fantoches o genios lamentables y olvidados y, sobre todo, de libros olvidados.

Prometieron verse demasiado pronto según la agenda y calendario del gran malabia que reclamó tener al punto una secretaria para atender el mucho trabajo de temporal trapero que sólo le llega de pascuas a ramos.


[El cuervo]


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