LAS
BIBLIOTECAS SALVAJES
Cuestionario ultramarino
1. ¿A quién recuerdas con ira por no haberte
devuelto un libro, por qué razón y cuál?
Han
sido tantos los libros escamoteados de mis estantes con préstamo inocente de
por medio que casi prefiero no acordarme, la ira no me daría abasto para
escarmentar a esos desleales.
2. ¿Qué ejemplar real o imaginado te
hubiera gustado robar de una biblioteca conocida? ¿Y desconocida?
De
la conocida, el manuscrito original (tengo copia mecanoscrita, pero no es lo
mismo) de La ciudad blanca, primer
libro de poemas de mi querido amigo y maestro Ángel Campos Pámpano. Tenía,
además, una caligrafía preciosa.
De
la desconocida, por ejemplo alguna primera edición (en español, que de inglés
no tengo ni papa) de las aventuras de Sherlock
Holmes, uno de mis personajes favoritos de la literatura.
3. ¿Qué libro atesorado no librarías de
las llamas como consecuencia de un donoso escrutinio y por qué?
Pues
alguno que tuviera repetido. Y tengo unos cuantos.
4. ¿Perderías un amigo por no haberte
devuelto un libro prestado?
Dependería
del amigo, del libro y de las causas y circunstancias del latrocinio. Pero esta
pregunta me lleva a otra: quien no te devuelve un libro ¿puede ser considerado
amigo? Ahí lo dejo.
5. ¿En qué obra de tu biblioteca te
hubiera gustado que figurara tu nombre?
En
alguna de Whitman, Pessoa o Vallejo (el orden no importa). Pero por citar una
en concreto de otro género, no me hubiera disgustado ser uno de los personajes
de “La vida, instrucciones de uso” de Georges Perec.
6. ¿A quién le
dejarías en herencia tu patrimonio bibliográfico?
Esta es fácil: a mis hijas y mis amigos
bibliómanos.
7. ¿Qué estarías dispuesto a sacrificar
por librar a tu biblioteca de un incendio?
Menos
mi familia directa y algunos colegas, casi todo.
8. ¿A qué obra en tu poder le cambiarías
su autoría y a quién pondrías en su lugar?
Con
esta sí que no me atrevo porque, ¿quién soy yo para enmendarle la plana a nadie?
Que cada palo aguante su vela, que cada maestrillo acarree su librillo, que
cada uno se refocile en su charco como pueda o sepa.
9. ¿De qué obra maestra de tu biblioteca
te desharías con dolor? ¿Y con placer?
Con
dolor, del primer libro que compré en la adolescencia con mi propio y escaso dinero:
una edición del Círculo de Lectores, que aún conservo, de Ilíada y Odisea de
Homero.
Con
placer, del Ulises de Joyce. De hecho,
ya lo hice en su momento.
10. ¿De qué amigo no escritor o escritor
reconocido te gustaría poseer una obra maestra en tu anaquel favorito?
No
sabe, no contesta.
11. ¿La biblioteca de qué amigo te
gustaría expoliar?
La
de mi querido José Luis Melero. Pero ese es un riesgo que no pienso correr bajo
ningún concepto; a pesar del cariño mutuo, Melero es un cancerbero implacable
de sus tesoros librescos y la cosa podría acabar en algo de sangre -la mía,
concretamente- si me pillara con las manos en la masa perpetrando el delito.
12. ¿Cómo han influido en tu personalidad
y en tu vida los libros conseguidos en rastros y librerías de lance?
Pues
no lo sé de manera fehaciente, pero seguro que de alguna extraña manera porque
no puedo resistirme a entrar en ellas y cobrar pieza cuando las descubro.
13. Cita un libro de tu biblioteca que no
leerás jamás.
Venga,
que sean dos, que hoy me encuentro generoso: los códigos Civil y Penal.
14. ¿Influye en tu manera de leer si el
ejemplar es una primera edición? ¿Cómo?
Creo
no ser especialmente fetichista en esta cuestión a la hora de leer lo que pueda
interesarme. O sea, que no.
15. ¿Por qué libro desembolsaste una
buena cantidad y se lo hubieras hecho tragar al editor o al autor?
La
respuesta a esta pregunta desbordaría la capacidad de este cuestionario. ¡Han
sido tantas las decepciones en esta cuestión! Cien sería una cifra corta, me
temo.
16. ¿Qué quedaría de ti si un día te
levantaras y hubiera desaparecido tu biblioteca?
Una
tremenda desolación, una vasta tristeza, un muy profundo dolor, un negrísimo
horizonte.
17. ¿Podría inducir la posesión de un
determinado libro a cometer un delito de sangre, metafóricamente hablando, por
supuesto? ¿Sentiste esa pulsión alguna vez en secreto, ante un vendedor del
rastro, en una librería de viejo o un bibliófilo conocido?
1-
Metafóricamente hablando, podría, podría.
2-
Metafóricamente hablando, la sentí, la sentí.
18. ¿Qué tiempo dedicado a conseguir un
libro lo hubieras dedicado a leer?
Pues
casi todo; pero claro, antes de conseguir ese libro que quieres leer tienes que
dedicarle algo de tiempo al asunto.
19. ¿Hay que conservar en nuestra
biblioteca solo los libros que se han de leer con toda seguridad? ¿No anida un
Diógenes en todo bibliómano?
Creo
que así debería ser, pero ese Diógenes que nos habita a los bibliómanos es duro
de pelar; yo expurgo y expurgo luchando contra el síndrome, pero el griego
resiste en su tinaja como gato panza arriba, no hay manera de desahuciarlo del
todo, sospecho muy mucho que esta es una batalla perdida.
20. ¿No constituyen algunas bibliotecas
particulares monumentos a la vanidad?
¡Por
supuesto que sí!
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