El libro de las frambuesas
Aquella noche había quedado a cenar con Claire en la terraza de un restaurante de las afueras. Al final de los postres, después de que una tolvanera hiciera volar las servilletas y se escucharan varios truenos, decidimos poner fin a nuestra cita. Antes de despedirnos en el aparcamiento, bajo los tilos agitados por el viento, me dijo que esperara un momento, que tenía un regalo para mí. Como la lluvia comenzara a caer, me entregó una bolsa y me apremió a que nos metiéramos cada uno en nuestro coche para no mojarnos y regresar a la ciudad, tras habernos prodigado un par de besos en las mejillas con urgencia. Ya en casa, bajo el envoltorio del paquete encontré un libro muy singular, titulado El libro de las frambuesas. Del interior de su cuerpo extraje una tarrina que contenía una docena de estos frutos rojos. Paladeando el dulce y ácido sabor de la primera de ellas, comprendí que aquel regalo era la declaración de amor más original y deliciosa de cuantas me habían contado nunca, había visto y leído en mi vida. Sentí profundamente mi imperdonable falta de audacia e intuición por no haber compartido aquellas bayas púrpuras con Claire bajo el aguacero, antes de que ella tomara el avión rumbo al destino que nos separaría para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.