10 de octubre de 2021

Croquetas al teléfono




CROQUETAS AL TELÉFONO


Antes de ir a votar, Mariló y Alberto decidieron, como era su costumbre desde hacía treinta años, dar un paseo por el barrio a media mañana, tomar un segundo café en el bar de siempre, y a continuación acercarse al colegio electoral, situado en el instituto donde su hija Martina había estudiado la secundaria y el bachillerato.

Amaneció un domingo radiante de primavera. El sol prometía una atmósfera más cálida de lo usual para esas fechas. Se levantaron dos horas más tarde de lo que solían en horario laboral y desayunaron tostadas con mermelada y café expreso de cápsulas. Mariló se puso unos vaqueros y una blusa de manga larga con volantes, en la mano llevaría una chaquetita de lana, por si acaso la temperatura fuera más fría que la mostrada en el widget meteorológico del móvil. Fernando en cambio eligió su ropa deportiva más juvenil. Ya dispuestos, salieron de casa sobre las once.

Tras recorrer varias calles, terminaron frente al bar-cafetería My coffee, en cuya terraza tomaron asiento. Allí degustaron sendos cafés con leche acompañados de sus correspondientes trozos de bizcocho casero, a la vez que compartían la lectura del mismo periódico que acostumbraban a leer todos los días de la semana desde hacía muchas décadas.

─¿Has visto a ese?
─¿A quién?
─Al que ha salido de ese portal de ahí.
─¡Ah, sí, ya lo veo!
─¿No te acuerdas de él?
─Pues ahora no caigo.
─Es el cocinero de la pizzería Nápoles.
─¡Es verdad! Hace por lo menos veinte años que no lo veía.
─Yo tampoco.
─Claro, los mismos que hace que dejamos de ir por allí tras mi embarazo. ─¿Seguirá trabajando en el restaurante?
─Me imagino que sí. Cocinaba bien y tenía una clientela fiel. ─¿Recuerdas...?

─Déjate de recuerdos, tómate ese último sorbo y vámonos, que se nos hace tarde y luego tenemos que hacer cola. Dentro de media hora se pondrá hasta arriba de gente y no me gustaría esperar.

─De acuerdo, de acuerdo, pero...
─Venga, deja eso ya, qué nos importa.
Sobre las once y cuarto se personaron en el instituto, donde buscaron cada uno su correspondiente mesa con la vista. Una vez localizadas se separaron con el acuerdo de que quien terminara antes, esperar fuera al otro, como ya era habitual en cada cita electoral desde que comenzaron a vivir juntos. Mariló entró en una cabina. En breves instantes salió con los dos sobres, que depositó en las urnas luego de mostrar su DNI, tras lo cual se dirigió a la calle. Alberto, en cambio, tardó un poco más porque se entretuvo en mirar las distintas papeletas que había sobre una mesa. Dos minutos más tarde entró en la cabina, corrió la cortina y, como si de un acto reflejo se tratara, dejó que los músculos de su brazo y los dedos de su mano localizaran las papeletas del partido político al que había votado siempre desde hacía cuarenta años. Las introdujo en los sobres apropiados, y ya en la mesa enseñó su documento de identidad para, seguidamente, introducirlas en las urnas pertinentes sin el menor atisbo de duda, con la seguridad de que esta vez aquella opción sí era la mejor para el país. Satisfecho, salió en busca de Mariló, pensando en el cocinero del Nápoles.

─¿Sabes...? ¡Pobre diablo, el cocinero, toda la vida preparando las mismas pizzas y las mismas croquetas al teléfono durante ocho horas diarias. Para volverse loco de aburrimiento!

Su esposa lo miró de reojo con displicente ternura, dispensándole una sonrisa sardónica.

─¡Eres un niño!

Alberto se detuvo de inmediato y se volvió hacia la puerta, como si de pronto hubiera caído en la cuenta de que había olvidado algo tras de sí. Hizo un leve gesto de echar a caminar de nuevo hacia el interior, pero Mariló lo tomó por el brazo y lo atrajo hacia sí de manera enérgica para impedírselo. El tirón lo sacó del repentino estado reflexivo al cual ella lo había inducido, no sabía si consciente o inconscientemente. Pensó en preguntarle a su esposa qué papeletas había depositado en la urna y si realmente le gustaban las croquetas al teléfono, pero no quiso arriesgarse a saber la verdad.


José Miguel López-Astilleros

 

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