4 de enero de 2023

Cuaderno de Cadórniga








Cuaderno de Cadórniga (Visitas a una chamarilera) 31 de diciembre de 2022



Estaban Gromov y el Chamarilero charlando como si no fuera aquella la mañana del último día del año. El sol recorría toda la calle del mercado sabatino de antigüedades. La indumentaria del librovejero era especialmente llamativa, llevaba sobrepuestas hasta tres capas que se vieran, de más abrigo en el interior hacia menos en el exterior, acabando en una americana amarilla de ojo de perdiz y de ligero tejido veraniego. La navidad apenas se notaba mientras a la conversación salían Musil, Zweig o Roth, todos ellos como reporteros de unos pasados que perdieron.
Donde quiera que ponga la vista, halla uno la misma entrega de tiempo revuelto aunque nunca es idéntica, algo siempre cambia, es una fórmula de juguetes viejos, muñecos desnudos y abatidos, libros demasiado cerrados, carteles de películas con actores conocidos que nunca se han visto, musas ya ancianas… Un Cristo de ataúd sobre un cartel de Kirk Douglas con un halcón y abajo otros pocos muñecos. Una Purísima en marco ovalado reflejada en el cristal tras un montón de gorras, sombreros, flores de porcelana y quinqués. En una posición de equilibrista el reverso de una tapa de latón con los reyes Balduino y Fabiola.
Se dolía el chamarilero de que la gente y el personal deambulante miraban mucho el escaparate pero les costaba entrar y sin entrar no se podía vender. Le dije que su negocio debía enfocarlo más hacia el museo, a lo que me contestó que entonces qué iba a hacer, cobrar entrada.
Le compré un libro bonaerense de Tagore con la traducción de Zenobia y el prefacio de J.R.J. para regalarle a Pascal allí presente, y otro con cien años por la portada, ‘El club de los chiflados’, como nosotros.

Bruno Marcos

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