9 de enero de 2023

Cuaderno de Cadórniga




Cuaderno de Cadórniga (Visitas a una chamarilera) 7 de enero de 2023


Tuvimos que esperar unos minutos en el bar de enfrente porque el Chamarilero, aunque tenía las luces encendidas, no estaba. En un trozo de papel torcido que había pegado por dentro con celo al cristal de la puerta, había escrito con rotulador azul: Regreso en 20 minutos. Enseguida le vimos llegar, mientras Gromov me había recordado que el 13 de Enero el blog de Manual de Ultramarinos cumpliría diez años, cosa que encontré imposible, que no podía haber pasado tanto tiempo, que parecía ayer mismo.
Les dije a Gromov y al Chamarilero que me sería difícil escribir una nueva entrada de la visita a Cadórniga porque habíamos estado hacía muy poco, sin embrago ya había cosas nuevas y cosas cambiadas de sitio. La pulsión estética, el aburrimiento o el comercio, o las tres cosas juntas mueven los objetos dentro del local constantemente. El pequeño Arca de Noé había navegado desde el escaparate hasta el asiento de una silla castellana. Había aparecido un extraño plato con Franco retratado. Detrás de la entrada, una monja pintada con halo y pluma de escribir recibía la inspiración del Espíritu Santo mientras una cesta de pescar la tapaba parcialmente sujetada sobre un gris paragüero, un poco más allá de unos cuantos pies metálicos de zapatero. En otra esquina, un cuadro al revés con dos orquídeas y varios discos, de Bach y Debussy, por los suelos. En el centro del escaparate un pequeñísimo Belén de piezas sueltas entre libros de Tom y Jerry, bailes modernos.
Como Gromov venía de un desguace con las obras completas de César Vallejo por un euro, los tratos con el Chamarilero fueron imposibles. En eso salió una pareja joven comprando libros en francés y entró un señor buscándolos de Marcial Lafuente Estefanía, como le encontró sólo uno en la trastienda le pareció poco para regalar a un amigo y le dijo que volvería a comprarlos cuando tuviera muchos. Según salió este entró una señora preguntando por un cuerno.
—¿Lo quiere para algo en concreto?
—Lo quiero para todo.
—Tengo este.
—¿Pero suena?
—Hay que cogerle el tranquillo. Este otro, que cuesta más, trae una boquilla.
—Suena a matasuegras.
—Sí, es el sonido que trae.
—Me llevo el otro. Es que yo estas cosas… llenaría la casa… las voy metiendo de una en una para que no se note.
(…)
—¡Vaya venta has hecho!
—Ya ves, un cuerno, con todos los que tengo… —dijo señalando debajo de una mesa donde había diez o quince.

Bruno Marcos


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