Suspensión onírica de la trama narrativa
Detente, río, que llevas disuelto en tu corriente el centelleo de miradas ambarinas, escamas de peces inmóviles, ahogados que contemplan los planetas yertos del olvido subatómico desde las profundidades criminales. Detente, río, pero no te demores en la casa de la bruja, donde volverías a las cumbres preliminares de tus escarpados declives, a perseguir durmientes, si no recelas del jactancioso y falso Elíseo que se te ofrece en esa marchita morada infantil. Detente, río, pero no te detengas en este sueño mío de ojos abiertos fosilizados en lágrimas de cárabe, de aletas de las cuales solo queda la turbulencia perdida de sus movimientos, de los sumergidos en vida que no perecieron en el lecho de los camposantos porque el viento continuó soplando en sus médulas contra la voluntad secreta de sus párpados óseos... ¿Qué sueñas en esta suspensión del ritmo de los hechos evocados? Me interrumpió aquel a quien habían prestado una noche barbitúrica, para recordar aquello que el musgo de las estelas funerarias callan. Palabras, palabras… me contesté escondido en la poesía de la frontera, el último baluarte desde el que me defiendo de la melancolía de los fantasmas y las historias que traman quizás para no fenecer en la incertidumbre de la inexistencia. Pero no fueron estas palabras de tirador franco en los aledaños de la derrota quienes terminaron por imponerse antes del despertar, sino aquellas en las que Gudrun a merced de la corriente fluvial…
[Morti]
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