14 de enero de 2019

Crónica Ultramarina

                                                             


                                     PRESENTACIÓN DE SOMBRARIO



En heladora noche invernal de la capital de provincias que marca el fin de la meseta y anuncia el comienzo de las montañas, fueron los ultramarinos llegando, de uno en uno, al pie del edificio centenario metido ya en las sombras y la noche como mascarón de proa de un barco de ladrillo, todo  vacío a excepción del piso de su dueña, que en lo alto vive vigilando el tiempo, y, recientemente, de una joven investigadora.
Se abrieron las puertas de portal mágico y revivieron los tiempos idos con la alegría del encuentro. Enseguida empezaron los editores, con el maravilloso fondo de la vidriera vieja y la serpiente de la barandilla entrambos trepando escalera arriba como si se fuese a los sueños mismos. El portal lugar de paso, pero también de la memoria infantil de los juegos pasados o de los furtivos amores juveniles, qué mejor sitio para convocar a los fantasmas de los poetas de provincias olvidados y descorrer la cortina del tiempo, maravillosamente ilustrada en la cubierta del buen malabia, detrás de la cual verlos unos minutos antes de volverse al olvido.
Dijo Larsen que era momento bueno este en el que abandonamos la era de la grapa con el primer volumen con lomo y formas de libro y se apiñaron los ultramarinos delante del escenario improvisado y los pocos transeúntes se asombraron todos de que se hiciera la poesía versos puros y sentidos gracias al rapsoda nuestro.
Convocamos a Andresito González-Blanco, a Julio Mariscal Montes, a Mario Arnold, al zaragozano Julio Antonio Gómez y Fernández Nieto, hasta al pobre Vergara del que hablara Crémer, leyendo sus últimos días muriéndose, entre escritos perdidos, de soledad y de hambre. Tan patética y hermosa fue su huella que algunos de los presentes dudaron, luego, que hubiera existido.
Una vez concluido el efímero acto una corriente fría entró en el atrio y todos quedamos sobrecogidos, como si el invierno se hubiera parado esos minutos para volver una vez idos los espectros de los poetas olvidados.
Y en las tertulias posteriores, ya emboscándonos en calles negras del la capital de provincia, como a todo hay quien gane, hasta en fracaso y olvido, apuntó uno de los suscriptores de honor nuestro que esos poetas, de los que no tiene noticia nadie, eran demasiado conocidos, que otros sabía él todavía más olvidados, como uno ciego que sabe él que con Unamuno iba. Ofrecímosle hacer una separata que sería de los ‘ultraolvidados’.

[El cuervo]

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