Habla este librito sobre los Chestertons de las sociedades polemistas de la época, a una de las cuales pertenecían los dos hermanos, y de aquel afán por discutir, debatir, dar forma a ideas y teorías. Casi como un juego, pero un juego que “desarrollaba la claridad del pensamiento y la facilidad de palabra”. Lo más sorprendente: “nunca se interrumpían el uno al otro, jamás elevaban sus voces, ni había toque alguno de recriminación ni el menor indicio de rudeza”
Una vez cuajó un debate entre ellos y duró ¡más de dieciocho horas!, todo un record. Eran británicos; de haber sido españoles a los diez minutos hubiesen salido navajas a relucir, ¿no crees?
[JVNT]
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