1. ¿A quién recuerdas con ira por no haberte devuelto un libro, por qué razón y cuál?
Tanto como ira no digo
yo, pero presté uno de Foster Wallace sobre mi ídolo deportivo, Roger Federer,
y no me lo ha devuelto Susi, el muy cabrón. Aún confío en recuperarlo, sin ira
ni violencia.
2. ¿Qué ejemplar real o imaginado te hubiera gustado robar
de una biblioteca conocida? ¿Y desconocida?
Prosas apátridas, de
Ribeyro, en la biblioteca municipal que custodio. Todavía estoy a tiempo.
3. ¿Qué libro atesorado no librarías de las llamas como
consecuencia de un donoso escrutinio y por qué?
Los de Savater. Por la
deriva posterior del personaje.
4. ¿Perderías un amigo por no haberte devuelto un libro
prestado?
Muy improbable. No
exageremos. Un amigo de verdad es insustituible, no se debe perder por casi
ninguna razón. Sólo si te traiciona de verdad. El libro se puede reponer. Ahora
bien, en adelante será un amigo DPR “de préstamo restringido”.
5. ¿En qué obra de tu biblioteca te hubiera gustado que
figurara tu nombre?
Uff, ¡en tantos! Venga…
en Los girasoles ciegos. Por ejemplo.
6. ¿A quién le dejarías en
herencia tu patrimonio bibliográfico?
A
Tinofc, of course.
7. ¿Qué estarías dispuesto a sacrificar por librar a tu
biblioteca de un incendio?
Todo lo que no sean
`personas humanas´. Después de los seres vivos, lo siguiente a salvar son los
libros vivos.
8. ¿A qué obra en tu poder le cambiarías su autoría y a
quién pondrías en su lugar?
Fantasmas de piedra, de
Mauro Corona, se lo podría firmar a Julio Llamazares. Por ejemplo.
9. De qué obra maestra de tu biblioteca te desharías con
dolor? ¿Y con placer?
Con mucho dolor, de
Pedro Páramo; con menos dolor, del Ulises. Por ejemplo.
10. ¿De qué amigo no escritor o escritor reconocido te
gustaría poseer una obra maestra en tu anaquel favorito?
¿Las memorias del editor
Malabia? ¿La poesía completa del ultramarino Tinofc?
11. ¿La biblioteca de qué amigo te gustaría expoliar?
Hombre, la de Tinofc, of course. Ni siquiera expoliar, con
fotografiar para la posteridad basta.
12. ¿Cómo han influido en tu personalidad y en tu vida los
libros conseguidos en rastros y librerías de lance?
No gran cosa, la verdad.
Ni han sido muchos ni soy demasiado fetichista.
13. ¿Cita un libro de tu biblioteca que no leerás jamás?
Temo que será más de uno.
Los últimos de Vargas Llosa. Por ejemplo.
14. ¿Influye en tu manera de leer si el ejemplar es una
primera edición? ¿Cómo?
No influye. Me es
`inverosímil´, que diría aquel.
15. ¿Por qué libro desembolsaste una buena cantidad y se lo
hubieras hecho tragar al editor o al autor?
No me ha sucedido tal
cosa, por ahora (¿suerte, corazonada, falta de pasión?). Pero me hubiese dolido
pagar mucha pasta por Volverás a Región o por El hombre sin atributos o por…
unos cuantos títulos inabordables para mí.
16. ¿Qué quedaría de ti, si un día te levantaras y hubiera
desaparecido tu biblioteca?
Un hombre semivacío, un
tipo incompleto, un paisano desnudo.
17. ¿Podría inducir la posesión de un determinado libro a
cometer un delito de sangre, metafóricamente hablando, por supuesto? ¿Sentiste
esa pulsión alguna vez en secreto, ante un vendedor del rastro, en una librería
de viejo o un bibliófilo conocido?
No, no. Nunca pensé
llegar tan lejos por la propiedad de nada. Ni de libros ni de nada de este
mundo (seamos racionales: todo nos va a sobrar en algún momento, todo va a quedar
aquí). En cambio, el sentimiento que sí experimento a menudo es la envidia
hacia los que han leído más que yo.
18. ¿Qué tiempo dedicado a conseguir un libro lo hubieras
dedicado a leer?
¿? No sabe, no contesta.
19. ¿Hay que conservar en nuestra biblioteca solo los libros
que se han de leer con toda seguridad? ¿No anida un Diógenes en todo
bibliómano?
Posiblemente. Los que se
han de leer y quizá algunos más, por si acaso. Pero acumular es vicio, ¡claro
que es ser un poco Diógenes! Precisamente a una isla desierta nunca nos dejan
llevar más de un libro, je, je. Que ya es putada, con el tiempo y el espacio
que hay allí…
20. ¿No constituyen algunas bibliotecas particulares,
monumentos a la vanidad?
No lo sé. Pero no lo
creo. La vanidad se acumula más bien en los autores de los libros, me temo.
Mucho más que en los lectores y en los bibliófilos.
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