Desde niño, Paul Theroux no es capaz de escuchar el silbido de un tren sin sentir un deseo imperioso de subirse a él. Ahora bien, al contrario que el viajero tradicional, que utiliza este medio de transporte de forma meramente utilitaria para llegar a su destino, lo que a él le interesa son los ferrocarriles mismos.
Tomar todos los trenes que encontrara desde la estación Victoria londinense hasta la estación Central de Tokio: ésa es la propuesta viajera que se hizo, y que dio pie a un apasionante periplo de cuatro meses en los que recorrió, casi siempre en ferrocarril, parte de Europa, Turquía, Irán, Pakistán, la India, Birmania, Tailandia y Camboya, para pasar al Japón y regresar luego a Londres en el tren transiberiano… Una aventura colosal, convertida en una de las obras clave de la literatura de viajes de su siglo.
[El Replicante D]
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