4 de julio de 2022

Alfabeto triestino




Este libro trata de los límites fronterizos, de las afinidades que se producen en esos espacios privilegiados las mas de las veces y, casi siempre de fatales consecuencias pues su memoria va asociada a la decadencia y a la catástrofe. Este libro trata de uno de esos espacios privilegiados es Trieste, mejor dicho, algunos aspectos de la ciudad de perfiles netamente stendhalianos, escritos por un personaje que podía haber sido triestino y que de hecho aunque nacido en (Haifa, Israel) por puro stendhalianismo, podía haber nacido en la ciudad del Adriático y haberse codeado con Joyce, con Italo Svevo, con Umberto Saba, con Anita Pittoni… pero como vino al mundo en 1957, a Samuel Brussell no le quedó más remedio que ser un hijo de su época y así, nos lo encontramos en plena adolescencia recorriendo España, Francia, luego, Londres, Montreal, Nueva York, Tel Aviv… y ejerciendo diversos oficios, recepcionista de hotel, corredor de libros… hasta que se establece en 1992 en Francia donde funda con Valérie Barranger las Editions Anatolia y consigue editar unos doscientos libros, pero en 1997 la editorial es absorbida por Éditions du Rocher hasta que en 2006 se une al grupo Libella y pasa luego a Éditions Alphée. Ahora vive en Lausana, en Suiza, cerca de Ginebra, colabora en la sección de Libros del periódico suizo Le Temps y escribe libros en francés como Metrónomo veneciano; Continente Italia o Dime quién soy. El pasado año publicó Alfabeto triestino que Ediciones Fórcola edita ahora en español en traducción de Gabriela Torregrosa con un muy sugerente prólogo de Juan Bonilla.Ya dijimos, el libro trata de ese espacio fronterizo privilegiado llamado Trieste, un espacio legendario pero engañoso como todo lo que se acerca al mito.

¿Trata en realidad este libro de Trieste? Desde luego el libro está impregnado de “triestismo” pero la ciudad de la que se habla no es la Trieste de las guías, ni siquiera la Trieste que un buen conocedor de la ciudad sería capaz de imaginar, no, la Trieste de Samuel Brussell es una Trieste tan particular que si bien alguien estaría dispuesto a jurar que esa Trieste nos remite al ambiente artístico, literario de una determinada época, estaría de seguro errado y eso que el libro se abre con dos de los guardianes tutelares de Trieste, James Joyce y  Stendhal… En realidad el recorrido de Samuel Brussell por la ciudad es un recorrido fantasmagórico, onírico que podría considerarse un paisaje en ruinas, si aceptamos que las librerías de viejo que visita pueden ser calificadas así, y los personajes de que habla se ajustan a esa cualidad, desde Anita Pittoni, la pintora y creadora de la Editorial Zibaldone, Sergio Zorzon, el librero,  el lector Roberto Bazlen, que vivió largos años en un ático en la via Margutta romana dedicándose a  leer y fumar y fue uno de los artífices de Adelphi, desde luego el más acabado de todos ellos, el poeta Umberto Saba, Vittorio Bolaffio, el pintor, y sus lugares, la librería Drogheria, la librería de libros de viejo Umberto Saba, el café San Marco, la via del Monte, la librería Achille, y los recuerdos de Bruno Pincherle, stendhaliano sin remisión posible…

La clave de este hermoso libro, periférico donde los haya, fragmentario hasta extremos que una mirada superflua puede considerar deslavazado pero que, sin embargo, guarda una implacable coherencia quizá se halle en una cita de Anita Pittoni donde extiende un panorama vuelto del revés hasta llegar al paisaje que realmente le interesa a Samuel Brussel y que es del que nos habla en este libro, de los distintos cuartos y sus habitantes, unos happy few que representaron Trieste a su modo, que es el mejor que puede ser representada la ciudad: “La patria es la tierra en la que se habla la propia lengua, luego es la región donde se está, luego la ciudad donde se nace, luego la casa donde se vive, luego la habitación en la que se trabaja, que es la más grande de nuestras patrias, que uno lleva consigo por todo el mundo, el lugar donde uno elige su patria: el cuarto más tranquilo, donde mejor se trabaja”

Esas visitas a cuartos hace tiempo vacíos pero lleno de los fantasmas que los habitaron forman un mapa que es una ruta rabiosamente personal de la ciudad,invitando a que cada quien tenga la suya… La de Brussell está estampada en este magnífico libro que como su título indica es un alfabeto.

>Juan Ángel Juristo


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