2 de agosto de 2013

Las malas compañías




El Rastro, verano del 2013. Foto de Rivera



Con el Enciclopedista en los palacios de Versalles, El Amanuense en su villa de Mèdici, Gromov persiguiendo el albatros de Byron y Simenon de paseo por la Toscana, los ultramarinos centripetistas habían empezado sus vacaciones dejando el Rastro como el desierto de Sonora. En ese espacio se movía el resto de olifantes: El maletilla Rivera con sus habituales obsesiones: los toros,  los anuarios, las ondas hertzianas y los cotos vedados ; Larsen con su Florido Pensil para niñas, Los hijos de la Ira y los Cuentos de Calleja ; Tinofc Melero (que tiene la suerte del principiante siendo perro viejo en este suburbio), cada domingo logra la cuadratura del círculo: una semana encuentra el sexteto del Laberinto Mágico de Aub, otra, El cuarteto de Alejandría, ésta, El quinteto de Avignon. El Agujero negro marcaba su territorio con onomatopeyas extrañas para el resto de la Galaxia.
Nos fuimos de Reto dejando huérfanas una enciclopedia de la 2º GM y otra, de geografía humana. A la vuelta  el Ilustrado se las encontrará en el mismo sitio y en la misma caja, así, la vuelta a la rutina le será más liviana.
Como ya es habitual en estos paseos perdimos, una vez más, al Houdini de Torre en el Desguace. De la bodega de un Barco hundido rescató el Trapero unos libros de Eco del moho del abandono.
En el Penta, Michi, con cazadora vaquera de Nacha pop, nos trajo de la furgoneta un libro que le podía interesar al Polaco: La quinta soviética. Ocramalliv pujaba por el libro ruso, mientras silbaba la internacional y señalaba con el dedo a la insignia del ejercito rojo, que llevaba prendida en la camisa. Chalequines le hizo un buen descuento gracias a que comulgaba, como su padre, con los brigadistas internacionales. Con los decapitados Padilla, Bravo y Maldonado, Larsen se documentaba para sus vacaciones en Villalar.
El Pescador apareció detrás de una cruz de cementerio con un laúd  medieval cantando un romance de amores echados a perder. Un feriante le mandó callar porque le espantaba la poca clientela que pasaba por allí.
Buscando la bomba para la bicicleta de Marconi nos encontramos con una cajas de libros guardadas por un lazarillo que no se bajaba del carro hasta que no llegase su amo: "2 libros por 5 euros". Cuando llegaron los fuleros del relojero Losada, aquello se convirtió en un gallinero de la Valcueva.  Con La revista Alcance, Las greguerías de Ramón (con un sello de la olvidada librería Taurus), La historia social de arte y literatura y la colección de personajes más frikis de la provincia, los ultramarinos cerramos el lote del mes de julio.
Terminamos la mañana recordando, con aburrimiento nostálgico, las canciones del verano: la barbacoa (la preferida de Tinofc que empezaba a salivar ), el bimbó, bailemos el bimbó (el trapero bailaba ante el asombro de los veraneantes) y el tiburón (cantaba el Pescador mientras imitaba las aletas del escuálido con las manos). Si hubiese estado el primo de Freud nos hubiese cantado: "Mami qué será lo que quiere el negro", mientras Boris, desde el campanario, movería las caderas al ritmo de la bachata.
 La vida continuaba con sus afanes sin más pamplinas.


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