9 de agosto de 2013

Las malas compañías



El Rastro, verano del 2013

"Nos alegramos de verte, pero no de que madrugues tanto", con esta amabilidad recibió el Trapero al vagamundo Gromov. Nos contó sus desventuras por las librerías de Pamplona. Se había gastado un pastizal en un libro de Grabados de Ricardo Baroja y  en una primera edición del hermano. Por eso en agosto se  quedaría  en la ciudad. El Polaco torció el morro.
Nos acercamos al caladero de Reto y allí estaban los de siempre: los que compran, los que venden y los que miran. Por primera vez nos encontramos a un mercachifle que iba cantando los títulos de los libros con musiquilla de sorteo de navidad: !Los secretos del soltero de oro, La Celestina, La vida de Pedro Saputo, Hampa, estampas de la mala vida..." Gromov empezó a maldecirle en ruso y a punto estuvo de tirarle a la cabeza El doctor Zhivago para que se callase.
Huimos de tanta solemnidad como de la peste. Cerca del Tendido 7, nos encontramos al marchante Vitrubio con sus vinilos de los Ilegales, Álex y Cristina y Miguel Ríos. "Ya tengo para escuchar estos días cerca de la playa. Me voy de vacaciones". El malvado Larsen le soltó con su delicadeza casera: "Lo peor no es que te vayas sino que vuelves".
Fisgamos en el Tendido, en la farola de Corrientes (franquicia del Leteo), en la Escombrera de BCN, amarrabamos nuestra barca en todos los bolardos para no perder a Spasavic.
En el Delta aparecieron unos incunables con el sello de un canónigo de la Catedral del río; Todos los títulos eran muy elevados para los Ultramarinos, siempre tan rastreros. Nos ofrecieron una caja, escondida debajo de una mesa, para que asomásemos nuestro hocico. Mercadeamos con Fuentes, Bernhard, Barnes, Margarita Torres, Bulgákov, Josefina Carabias y Ferlosio. En un aparato destartalado de música, Gromov probó un cd para descartar que estuviese rayado. Sonó una jota de Boñar; Tinofc, que se crió con Hilario, Pastor y Chicho, desapareció como los mistos.
En Lacandona aparecieron varias memorias de entreguerras haciendo sombra a Merton, Coehlo y Erasmo. De la forma en que se agachó el Eslavo, nos dimos cuenta que el libro que tenía en sus manos era valioso. El Trapero le recordaba una y otra vez a Icaza que ese ejemplar bien valía un buen precio. Gromov tuvo que dejarlo en el suelo y se fue reprochando a Larsen sus majaderías que hacía por el asunto del famoso Dietario cervantino. Como dice el primo de Freud, el rencor es la moneda de los fracasados. Más tarde nos enteramos de que Ocramalliv había comprado el libro por lo que vale una barra de pan de Villamarco. Las ventajas del solitario.
En la casa museo de Frida y Diego Rivera, el Pescador, rey de la filigrana, tentaba la suerte del regateo por un uniforme de la División Azul y una boina de Requetés. Por los esparavanes que hacían unos y otros, todo acabaría como empezó. 
Gromov, casi siempre retirado en soledad con doctos libros, empezó a soltar lastre con citas a cada cual más penosa, aunque tenían su gracia, en boca del ruso, se perdía toda. El Editor de Labici le dejó planchado y mudo cuando le sorprendió diciéndole que esas citas estaban sacadas de la Antología de Cesáreo Goicochea. Tuvimos que sentarlo en el sillón orejero de Remar para que se recobrase de la "linotipia" literaria que le había dado a Spasavic.
Cuando se recuperó volvio a las andadas con los libros de Lábor, menos mal que Ocramalliv con su humor de carbonero nos hablaba del blog de Reig con sus fotos penosas, rodeado de ninfas en la firma de libros. A Larsen no le dejaban meter baza, aunque al final soltó algunas lindezas de los Raros de Gimferrer y Darío.
En el maletero del Trapero terminaron sus conversaciones bohemias. Como  turistas filibusteros se repartieron el botín: El Testamento de Yarfoz de Ferlosio y Las hazañas de Belmonte de Chaves Nogales (Iª edición) para el utópico Tinofc; El Capital de Marx y Las Memorias de Iliá Ehrnburg para el tópico del Pabellón; Las Memorias de un bibliófilo aragonés de Melero y un Pardevalles (edición principe) para el distópico Larsen.
Como dice, siempre que le dejamos, el luminarias Amanuense, mientras haya vida, habrá algún libro que buscar.





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