19 de enero de 2016
LA PRUEBA DE GROMO
CRÓNICA DE LA PRESENTACIÓN DE "LA PRUEBA DE GROMO"
Por El Cuervo
Como el secreto editor se demoraba en demasía los ultramarinos dieron en apiñarse para, con la emanación de sus calores corporales respectivos, soportar el helador aire frente a la fachada del club, años ha clausurado, "La Sirena". Las humedades y fríos de las riberas del Bernesga, que otrora congelaron los huesos del Quevedo preso en el malhadado hostal carcelario de San Marcos, venían todas a esa calle primera del barrio depauperado del Crucero. Las gitanas, como aquella de los panes de la vez otra, hociqueaban en la basura y a los escritores le salían sabañones de postguerra. Las mil y una cosas pendientes entre la tropa ultramarina brotaron en cascada después de casi medio año sin verse hasta que apareció el ínclito y su gruñido propulsó silencios. Con la coleta recién cortada a tajo y espumados sus pelos de trapero, con abrigo de paño entallado y coronado en multicolor bufanda a rayas, con los abichados ojos y la sonrisa entre infantil y torva se les apareció. Entonces una nube errática nubló un instante el sol para que nuestro amigo brillara con su luz interior que es como una cerilla. Repartió los ejemplares uno a uno de "La prueba de Gromo" y se sacaron la reglamentaria foto ante el lupanar de los placeres pasados. La comida fue trasladada desde la inicial y mítica "Rueda" a la casa del chivo disecado, verdadera cuna de lo suyo. Se pidió la mesa justo debajo de la testa luciferina cuyos flecos hirsutos del animal mentón casi tocaban la cabeza de la señora de Puerto. Alguno se barruntaba para sí y no lo decía en voz alta si al chivo del demonio no le habían crecido la barba y los cuernos y hasta la testuz toda desde la última vez. Se comió de su carne las costillas y omóplatos y otras partes y pellejos junto a callos, calamares, tortilla y un poco de forrajes, regado todo por clarete de la pulcra leonina. A los postres se brindó por el comienzo de la temporada ultramarina y por el éxito del benjamín ausente, que había descollado la víspera en el Gran Café con gran aparato escénico que ensombreció un poco las buenas poesía que Puerto le había incardinado en la Historia de la Literatura Hispana. El chaval llamó a la mitad de las viandas asegurando que se habían vendido de la sentada esa la barbaridad de 200 ejemplares, que luego fueron 60 o 70 según su editor y no, como en principio los 200 esos, que había contado "un flipado que no sabía nada". Se arrancó el de Alfranca con la nómina de vates que dispararon con pólvora del rey, expresión que el catedrático de la UVA pidió serle explicada. Tinofc con que de la Colección Provincia sólo los 100 primeros fueron buenos, a lo que El Cuervo, cuyo libro hace el 105, le puso con un grito de amargado, calificativo que regocijó a todos y especialmente a Bombita y Amanuense. Mortisaga narró cómo nació la obra esa, no en una cárcel como la del Cervantes ese, sino en un urinario como zozobra contra la monotonía de la ceniza cotidiana y a raíz de la tan reída prueba pensada para introducir los cuentos libidinosos en el sicalíptico anterior, la prueba de tener que excitar a uno de ellos, por ejemplo Gromov. También se estiró malabia con un regalo de edición de los "Me acuerdo" y al salir del restaurante se encaramó en la calle a un tonel de vino que le sirvió de estrado y en él que siguió hasta que los fotógrafos desaparecieron. Con mucho alboroto de abrazos se despidieron hasta pronto los ultramarinos todos con las carnes del chivo en las tripas diciendo: "Vuestros estómagos no son tan jóvenes como vuestras ultramarinas ilusiones".
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