28 de julio de 2016

relato veraniego


Elena R.





Claustrofobia

Debí quedarme en la cama, este aturdimiento no me deja pensar con claridad. No debí ir al trabajo. Con esta fiebre y la garganta ardiéndome no podré rendir mucho, pero con todos los despidos que hubo en la sección no me atrevo a faltar un día más, aunque sea Sábado. Hacía tiempo que no pillaba una como ésta. Qué noche de pesadillas por esta maldita fiebre que no cesa y me parte con escalofríos. Y para rematar, aquí enclaustrado llegaré tarde al trabajo. 

¿Cuánto tiempo llevo aquí encerrado? No puedo discernir bien el paso del tiempo. Creo que alrededor de una hora, pero parece que llevo sumido en esta oscuridad total un día entero. Apenas puedo moverme y cada vez me cuesta más respirar este aire enrarecido. No siento corriente de aire por ningún resquicio, no entra un mísero rayo de luz por ningún hueco. Estoy encerrado y apenas puedo moverme. Este calor sofocante me martiriza haciéndome pensar en chorros de agua fresca, cristalina. Me asfixio, siento resbalar gotas de sudor por mis sienes. Tengo que desabrocharme el cuello de la camisa. ¿Qué es esto? Vaya, no me acordaba que hoy me había puesto corbata. Qué agobio, en este cubículo apenas puedo mover los brazos para quitarme el nudo, necesito más espacio.

Ahora siento escalofríos. ¿Por qué no viene nadie? Creo que llevo encerrado más de dos horas. Tendría que haberme quedado en la cama, no sé cómo se me ocurrió venir a trabajar. No oigo nada, no veo nada y con la garganta así ni siquiera puedo gritar para que alguien me oiga, me he quedado sin voz. ¡Qué raro se me hace gritar, sentir los músculos de la garganta y las cuerdas vocales y no oír mi propia voz! Malditas anginas. Si al menos pudiera moverme con más libertad. Ahora entiendo a los claustrofóbicos. El corazón retumba en mis oídos, creo que me estoy poniendo demasiado ansioso, tengo que calmarme. Sé que esta fiebre no me ayuda, por cierto ¿cuántos días llevo con fiebre? Creo que son dos …, no, tres. 

La imaginación empieza a jugar conmigo. Me cuesta, pero tengo que calmarme, emplear la razón. Alguien se dará cuenta de que estoy aquí encerrado. Gritar no me sirve de nada. Sólo puedo golpear estas paredes que me oprimen pero parece que solamente yo oigo el sonido hueco que producen. Me siento muy cansado. Si no fuera por este calor angustioso me dormiría un rato ¿Y si no viene nadie? ¿Y si tengo que quedarme aquí encerrado y con esta fiebre?

Me he quedado dormido un rato. He tenido una pesadilla espantosa. Soñé que me asfixiaban las anginas y por culpa de la fiebre entraba en un estado cataléptico, que me daban por muerto. ¡Dios, que pesadilla! Justo desperté cuando me estaban enterrando. ¡Qué sed! ¡Qué calor! No sé cuánto tiempo he estado dormido, con este silencio y esta oscuridad me es difícil calcularlo. Me duelen todos los músculos de la tensión por no poder moverme con libertad. ¡Qué sueño tan real! Me sacó de la pesadilla el roce de la tierra al caer sobre la féretro… La tierra, ¡me huele a tierra húmeda…! Creo que estoy entrando en pánico. El corazón me late desbocado, no me llega aire a los pulmones. Tengo que calmarme pero noto que golpea con urgencia la paranoia en mi cabeza, ¿y si …? Un momento, oigo ruido de pisadas por encima de mi cabeza, por fin se han dado cuenta y vienen a arreglar esto. Abro los ojos ansioso y oigo las herramientas que trabajan sobre el techo. Levantan la tapa, me cae polvo sobre la cara y me ciega momentáneamente pero entreveo una luz artificial, azulada, de linterna y una bocanada de aire fresco me da en la cara.

Me quedan por subir ocho pisos andando. ¡Precisamente hoy se va a estropear el ascensor! No debí venir a trabajar. Y además llego tarde.

[El Amanuense]

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