«Un día Sawa me llamó para que fuera a verlo. Estaba en la cama medio ciego. Tenía el mismo espíritu y la misma preocupación por las cosas literarias de siempre. Me dijo que Valle-Inclán y Gómez Carrillo eran imitadores suyos...¡Pobre Alejandro Sawa!. Era en el fondo un hombre cándido, un tipo del Mediterráneo, elocuente y fastuoso, nacido para perorar en un país de sol».
P Í O B A R O J A
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