¿El miércoles que era martes?
Todavía estoy en estado de shock. Nadie ha pirateado mi ordenador, tampoco se trata de una broma macabra, lo acabo de comprobar. Estoy subiendo en el ascensor camino de mi apartamento y no se me quitan de la cabeza las imágenes que acabo de ver en el periódico. No cabe duda, soy yo el que sale en portada. A pesar del inverosímil escorzo que muestra la figura que flota en un charco viscoso me reconozco perfectamente. ¡Soy yo! Pero yo estoy vivo, estoy abriendo la puerta de mi casa, Choco me ladra pidiéndome el desayuno, me estoy viendo en el espejo de la entrada, me estoy palpando la cara, me estoy pellizcando los brazos, estoy gritando y me estoy oyendo. ¡Esto no puede ser! Son casi las ocho de la mañana. Estoy plenamente despierto, no he bebido, no he tomado drogas … ¡estoy vivo! … Pero entonces qué es lo que no está funcionando, ¿qué está pasando?
Con la vaga esperanza de encontrarle sentido a esta aberrante situación, con las espantosos imágenes pegadas en la retina, reviso una vez más los primeros pasos del día. Esta mañana, como hago todos los días mientras se diluyen las últimas telarañas del sueño, tomaba el primer café consultando la prensa por Internet. Al abrir la versión digital del periódico regional me encontré con la obscena imagen de un hombre tendido en la acera, en medio de un gran charco con forma de estrella. Instintivamente rechazo todo tipo de imágenes truculentas y pasé página rápidamente. Pero había algo familiar en aquella fotografía y volví para atrás para leer el titular: suicidio en la Avenida de la Constitución. Con creciente estupor por la coincidencia de datos leí lo que pude de la noticia: desde el noveno piso del número 66, se precipitó al vacío, hacia las 8 de la mañana, un varón que responde a las iniciales... Aturdido miré la fotografía del hombre que yacía desmadejado en la acera. Aún con la grotesca mueca que se le escapaba reconocí aquel rostro: ¡era yo!
Pasados los primeros momentos el pasmo dejó paso al sentido común: evidentemente alguien me estaba gastando una macabra broma o alguien me había pirateado el ordenador. Pero quién y por qué. Muy cabreado abrí el otro periódico regional para encontrarme con la misma noticia y un par de terroríficas fotos diferentes. Recelando abrí el único periódico digital de la ciudad y allí estaba yo, en portada con idéntica noticia. Aquello ya era excesivo. Alguien estaba yendo demasiado lejos con aquella broma de pésimo gusto. Choco con la cabeza ladeada y la correa en la boca me miraba sabiendo que algo no iba bien. Con tanto sobresalto me había olvidado de su paseo matutino. Me vestí apresuradamente y salí a la calle con el perro. Allí en la calle todo me pareció normal, como todos los días, incluso me saludaron e intercambiamos las típicas frases de cortesía un par de personas que también sacan a pasear a sus mascotas y con las que coincido a menudo. Dándole vueltas a tan terrible asunto me senté en la terraza del bar donde desayudo habitualmente; mientras me atendía el camarero de siempre miré en el interior del local para encontrarme con que estaban poniendo en el noticiero de la televisión local la ominosa noticia. No oía la voz, pero las imágenes eran las mismas que me llevaban persiguiendo desde que encendí el ordenador. Me levanté de la mesa para buscar el periódico. Abrazaba la infantil esperanza de dar más crédito a la prensa escrita que a los medios digitales, pero ésta desapareció en el instante de verme en la portada, empotrado en la acera que apenas distaba unos pasos del café donde estaba. Estupefacto salí de allí, rumbo a casa.
Sólo Choco con sus urgentes ladridos exigiendo su desayuno me sacan momentáneamente de mi perplejidad. Esto no puede ser una broma. A nadie perfectamente anónimo como yo se le gasta tan monumental broma. ¿Y si es una especie de programa infame de cámara oculta? ¿O un estudio de esos que hacen las universidades y me cogieron a mi de conejillo de indias? ... ¿y si es una conjura?
Desde luego que las fotografías se pueden trucar, pero hay algo en ellas que le dan verosimilitud aunque no logro identificar qué es. Pasado el impacto de verme desvencijado en la acera escudriño con más calma y por enésima vez las fotos en el ordenador en busca de ese algo que me desasosiega. Sé que lo tengo delante de mis narices, pero no lo identifico. Con el rabillo del ojo miro la esquina inferior derecha de la pantalla: miércoles 6 de Abril, 07:55. Juraría que estamos a día 5, que hoy es martes... Desde que me jubilé hay días que no sé en qué fecha estoy… pero hoy creo que es 5. Ya no pienso con claridad, esta perversa situación me está obsesionando. Creo que lo mejor es que vaya a la Policía.
Justo en el momento de cerrar la puerta de mi apartamento, con el golpeteo, me doy cuenta de lo que hace que esas malditas fotografías de los periódicos me inquieten tanto. Entro de nuevo en el apartamento y voy ansioso al armario del dormitorio. Rebusco entre los trajes y demás ropas y al fin lo encuentro. A la vez que de los trasteros de la memoria, rescato del fondo del ropero la camisa de leñador de grandes cuadros que me traje del viaje de novios de Canadá. ¡Es la misma camisa con la que aparezco en las fotografías de la prensa! Siento la imperiosa necesidad de ponérmela… Después de tantos años, (cuántos: ¿35?, ¿36?) todavía me sirve. Casi sin darme cuenta me dirijo al salón y sin saber muy bien porqué abro la ventana mientras suenan las ocho en el reloj de carillón. Miro a Choco y éste me devuelve la mirada confuso. Puede que tampoco él sepa bien qué día es hoy: ¿será miércoles?... ¿o quizás sea martes?
[El Amanuense]
[El Amanuense]
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