21 de septiembre de 2015

DAKOVIKA, segunda parte (una novela por entregas)









DAKOVIKA
segunda parte

 (una novela por entregas)


de 

Bruno Marcos


la saca


Manual de Ultramarinos

2016



P R Ó L O G O  A  L A  S E G U N D A  P A R T E  D E  D A K O V I K A


Comoquiera que la pequeña novela Dakovika de la que soy padre ha tomado un vuelo tan alto y nada previsto por mí en su gestación y viendo cómo ha generado tanta estupefacción en lectores y gentes que de ella han tenido noticia y comoquiera que ha causado tanto impacto incluso en aquellos a quienes no iban dirigidas unas letras tan vagabundas y tan derechas al olvido y aunque el tiempo que lleva en circulación apenas pasa del año y los ejemplares fueron contadísimos y comoquiera que muchos no hacen sino interrogarme por cuáles serían las vidas posteriores de esos tan desdichados personajes me veo impelido y hasta obligado a escribir esta segunda parte que aquí se inicia.
Y pese a que el motivo principal es el pedido de los admiradores también me mueve a coger la pluma, lo reconozco, el prurito de escarmentar a los malos que me han echado cuentas hasta de la tinta que empleo. Con mencionar lo siguiente lo expreso todo, y es que hasta algunos me decían de asesino al haber, mi protagonista, ajusticiado a Garnach, y de zoófago al cazar y comer perros perdidos algunos tristes de esas páginas, y de fornicador en librovejerías y hasta me acusaban de destejar los tejados de la ciudad sin nombre y de allanar la lujosa casa de los Siena-Pombal, de robar en cementerios y muchas cosas más. 
Algunos personas se han dolido de salir descarnadas y otras de salir poco. Todas estas cosas apenas me han conmovido porque quienes confunden realidad y sueño, literatura y vida, no hacen sino verificar que la ruina de escribir no es tanta ruina.
De lo más extraño y raro que ha me ha acontecido es la continuación apócrifa de esta pobre Dakovika que un infame fabricó y que, tras escurrirse el seso, tan sólo dos capitulillos parió. Firmaba el infeliz como un «El Ama-nuense» y con él tuve una reyerta epistolar que a continuación reproduzco:



Réplica a Avellaneda (Habla el autor)
  
No es de extrañar que a Dakovika, siendo como ha sido un éxito pleno, le salga ahora un Avellaneda que tira de algunos capítulos y los estira hasta ver si la teta de mi ingenio riega el suyo. Ha tenido este Avellaneda, salvando yo las larguísimas y siderales distancia de ser un cervantito, la delicadeza de salirme en las barbas mismas y de dar sus piedras brutas en estas mismas páginas ultramarinas. 
  Al menos no me ha motejado de viejo o de manco como al otro, seguramente porque más viejo sea él y manco yo no soy y ni en la mano de él ni en la mía haya estado el parar el tiempo, ni la ocasión más alta que vieron los tiempos de perderla. Quieran seguramente moverme a escribir la verdadera historia de Dakovika en segunda parte pero no me bastará con darle muerte al auténtico protagonista que es «el cuervo» sino a ese Larsen también, cuyo sosias real puja y anima al Avellaneda este no por quitarme la autoría del primero sino por ascenderse él de personaje secundario a primer personaje.

Contrarréplica de Avellaneda (Habla el plagión)

Lejos de mi ánimo estaba el polemizar, y menos con gente de calepino y retórica tan subida, pero aviesas intenciones entreveo en estas pocas líneas a mi persona dedicadas. No solamente por mancillar es que Avellaneda me apoda, pretende el padre de la mermada Dakovika, que a los lectores ultramarinos al leer «Avellaneda» se les colmen las mientes, por reflejo, del Manco Universal y así procura encaramarse aquél a costa mía con tamaño ardid. Si menguada es Dakovika, arrapiezo es «el cuervo», si desabrido éste, necesitada aquella, si mustia aquella, desganado éste, que pretende abarraganarse con la rubia, aunque le sale huero. El pálido Karenino se colorea bajo mi pluma y se agranda Larsen aderezado de mi sal y pimienta. Ingrato autor es este cervantito que, lejos de gratificar a quien con su ingenio ha sacado de los derrumbaderos del olvido su obrita, le paga con aquellos aguijonazos que de seguro el mismo sufrió al enterarse de que quien esto escribe rubricaba en Papalaguinda a los Ultramarinos y transeúntes que lo solicitaban, ejemplares de La Vidriera recuperada dada a la imprenta por las buenas artes del editor Malabia.
Queda dicho.

Al muy avellanado Don Amanuense (Habla el autor)

Poca altura he de alcanzar, querido Avellaneda, si he de encaramarme a la bajura de tu calentura literaria para alzarme. Y si es mermada o menguada la Dakovika, si es grande o pequeña, breve o lerda, es cosa que a ti no debería interesarte para adornar tu villanía pues más desdórate que otra cosa el haberte rebajado a continuar novela, según tú, tan necia y que a todos, agotada la edición, ha encantado.  
Si a este que le dicen sus allegados y cercanos «El Amanuense» le diese en tener una tercera mano le serviría para quitarse de una mi obra cumbre y de la otra la infame pluma. 
Arrapiezo es todo en Dakovika, querido delincuente juntaletras, porque de las basuras y harapos del tiempo trata y versa, si Karenino es en blanco y negro es por algo y no por nada, y es un galgo, flaco y vago, que bosteza, orina y defeca pero que nunca copula y menos en las comisarías. Es un galgo quijanesco que vive desde los tiempos aquellos sobre cuyo espinazo las obras de fiodor cuelgan. Y Larsen es mezquino y no poeta, trapero del tiempo y no de letras, traficante de nadas y de todos, sombra y alter ego de lo peor peor de ese «el cuervo».
Y por otro lado está ese sosias de Larsen transmutado en editor Malabia cuyas estampillas saca a expensas de lo ingresos originados de mi arte cuyos huesos he de moler al verle en el instante.

Cervantito, que nada te quito (Habla el plagión)

Confiado quedé en que mi réplica haría rescatar el seso al cervantito, mas veo errado el tiro y ya me malicio que no es tarea fácil trocar penco en marengo. No quisiera alargar la pelotera pero hay mucha razón en que lo haga por cuanto no pienses que si callo otorgo. No me hieren tus diatribas, antes las tomo a zumba, chiquilicuatri de las letras leonesas.
Truco vil empleaste al poner unos capítulos gratis en el etéreo y reservarte los postreros para que vieran la luz en letra impresa, todos revueltos, en tu obrilla. Procurabas así embelesar a los lectores y que después prestos corrieran a llenar tus bolsillos de dineros. Ja, ni se leyeron los primeros ni los postreros y se fueron tus bolsillos tan vacíos como vinieron.
En cuanto a Malabia editor también eres ingrato con él. Lejos de darle mieles por procurarte una segunda oportunidad le arrojas tus hieles, no por quedarse con tu peculio, como pretendes hacernos creer. Muy al contrario, es al enterarte de que cuando La declaración de Larsen vea la luz, pretende el editor regalar un ejemplar de los sobrantes (que los hay) de Dakovika cuando ponga aquél en circulación. Ya es manía la tuya con las gentes que te dan segunda ocasión.
Y esto dejo dicho.

Dakovika del asno (Habla el autor)

Que todos esperan que te dé del asno pero no es necesario cuando tú mismo rebuznas y te afanas en seguir la trifulca a ver si te igualas no por ingenio sino por genio conmigo. Y si no hubiere sido mi libro de Dakovika un acierto pleno, hijo del entendimiento sagaz y sensible de nuestro drama del tiempo, a qué fueras tú con tu prosa chocarrera a ampliarla por sus flecos con chusquería muy sosa. Bien es seguro que si mi libro no se engendró como aquel grande en la cárcel si que lo fue en este mi sofá, y con las visitas que hice a los libreros de viejo, a las buhardillas más ajadas, a los tejados y al rastro y a la casa más embrujada de la ciudad sin nombre y al más especial anticuario, pero tus esos dos capitulosillos debieron serlo en el excusado.
 Desocupado juntaletras deja la diatriba y ponte con la pluma y mídete conmigo a ver quién la tiene más larga y más fina. Vale.

Trirréplica al cuervo (Habla el plagión)

Urajea, que algo queda.
Ya no esperaba de ti nuevas impertinencias calapitrinche, pero veo ahora al cuervo que urajeando, urajeando le da por lo asinino. Ave de infeliz agüero, siendo como eres paseriforme, cómo no vas a tener la pluma más larga y más fina. Se te olvidó dejar dicho que también la tienes concolorcorvo, como tu juicio. Cautivo de tu vanidad arrógaste fina y larga pluma y con eso procuras altos vuelo, pero muy al contrario, a vuelo gallináceo no alcanzas. Acaso te ocurra, sin tú saberlo, como al sochantre de Luis Mateo (no quiera Dios que con el mismo final) pues noté tu mollera en la estampa de los ultramarinos un tanto esquizognata.
Por cierto, yo prefiero el retrete, aunque si voy apurado también me arreglo con el escusado, no con el excusado. Aunque tires de excusado para publicar, quedas excusado de replicar. 
Lo dejo dicho.

¡Ah de la vida!… (Habla el autor)

¡Ah de la vida!... ¿Nadie me responde? Sólo este tenaz plagiador, este tenaz mentecato. La fortuna mis tiempos ha mordido y entregado me ha a las fauces de este copión de mi novela.
Aquí de los antaños que he vivido... He perfilado las brutas piedras de la verdadera realidad en perlas puras, en palabras atrevidas, forjándome yo en ellas mismas para que, ahora, este envanecido de sus locuras exprima el diccionario viejo creyéndose que el escribir de estas querellas y las malas copias aquellas fuese cosa de tirar de teta en teta. Falta a su pluma la viveza y colorea una estampa a fuer grisalla. Que sepas tú que la literatura se inventa y no se ordeña.

Cervantito obnubilado (Habla el plagión)

Parece que cervantito tiene nostalgia mamaria, pues un tanto obseso anda con las tetas que aprovecha como figura para darme zurriaga. Ha de ser que de pequeñín tiró más de látex que de seno. Se lo perdonamos, pero tengo por cierto que su irrenunciable inquina resulta del día fausto de la presentación de mi ópera prima, la de los retratos de vendedores del Rastro, en la que fue parecer general que era mi telonero con su Dikovaca. Cómo no sentirte mancillado por un principiante talentoso tú que te vendes como avezado en esto de las letras y no dejas de ser, pobre, simple zancarrón. Eres un si es no es poeta, buscón de lisonjas, loas, homenajes, zalamerías y dorados oropeles; de prosa baja, gris, espesa, plúmbea, mazorral y pastosa; en suma, prescindible. Tu natural orgullo magullado por mi talento, caliéntate el seso, ménguate el ingenio, estréchate la razón, núblate el juicio, embózate el entendimiento, empequeñécete la inspiración, mérmate los alcances y ahuyéntate las musas. Vanidoso monigote, déjate ya de parlerías preñadas de trampantojos, bachillerías y vituperios, y aplícate al estudio, pues a lo que parece no has salido todavía de charro estudiantón.
Quédate con Dios, que dicho queda.

Juzgue el lector si escribir en España no es y ha sido siempre un llorar a fuerza de encontrar maldad tras maldad.
Pero queden aquí estas asechanzas del mal genio vulgar y se hunda este plagión en las aguas tumefactas de su falta de inspiración y vayamos a ver que cosas nuevas pasaron a estas pobres almas de Dakovika en sus nuevas andanzas de esta historia que es trágica más que sarcástica. Anime ella los ratos del desocupado lector y que de su nacencia vaya a su nacencia, pues esta no fue otra que la más pura de salir yo por las letras de la época más triste de mi vida y del consiguiente comercio de ratos muertos que hice con ese Larsen rebuscando en el basurero del tiempo.

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