Elena Rodríguez
2984
Piernas
esqueléticas, débiles. Cuerpo obeso, de vientre orondo. Brazos raquíticos,
quebradizos. Cabeza pequeña, con huesos frontales prominentes. Rostro rollizo,
terso. Tez blanquecina, tirando a lívida, transparente. Ojos pequeños y
bovinos. Este era el canon de belleza tanto de hombres como de mujeres, fruto
del confinamiento en el que se había acostumbrado a vivir la especie humana,
dentro de sus casas, desde hacía un tiempo que nadie vivo recordara. Ni
siquiera los extintos libros de historia, porque ya no había historias que
contar, ni preguntas que responder, por haber quedado suspendido el pensamiento
autónomo en algún momento de un pasado remoto, quien sabe si por molicie, o
costumbre, o…
José
Miguel López-Astilleros
Gracias, Amanuense, por seguir vivo sin
necesidad de hibernaciones varias.
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