19 de mayo de 2020

El último paseo







El último paseo


Fernando llegó de su primer paseo por la ciudad, tras doce semanas y media sin pisarla por miedo al contagio vírico, que se había extendido por doquier. Se sentó en el sofá y se quedó extasiado en la tormenta que se había desencadenado en su cerebro, aun en su alma. Durante el tránsito por las calles que solía frecuentar, le había costado reconocerlas, pues se habían producido numerosos cambios, cuya contemplación era acompañada por numerosas preguntas emanadas de ellos mismos, de un modo tan certero que las respuestas casi surgían al mismo tiempo, en tromba, acumulándose en su mente con la rotundidad, la crudeza, de la carne desnuda y recién muerta amontonada en un matadero. Entonces ocurrió lo más inesperado. El mundo que había habitado durante más de setenta años y las ideas que lo habían mantenido en pie, comenzó a desmoronarse sin piedad, de una manera tan evidente e implacable, que no hubo espacio alguno siquiera para una diferente contestación. Adaptarse a esa nueva realidad interior le pareció imposible a su provecta edad, así que decidió terminar sus días enclaustrado dentro de ese universo suyo, de esas cuatro paredes, como había vivido siempre. Aunque a partir de aquel momento tratando día y noche de olvidar el malhadado paseo.


                                                                      
José Miguel López-Astilleros

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