5 de julio de 2013

Las malas compañías



El Rastro, verano del 2013





Como huérfanos escapados del hospicio deambulabamos buscando la furgoneta de Reto, el desván del Ultraísta y la casa museo de Frida y Diego Rivera para encontrar un refugio para las penas de la semana. La desolación de la quimera. 
Todavía duraba la resaca de las cartas de Aub cuando el Hermitage eslavo encontró los naipes de la baraja española con un diseño de Modrián. Le pedía mucho. El chamarilero contaba que todo el mundo le preguntaba por las cartas y había tenido que subir de 1 eiro a 30. "Cuando el río suena es que agua lleva", nos dijo con la gracia que da el desamparo y el arroyo. Preguntar mucho encarece el producto, segunda norma del Rastro. La primera: la soledad es la mejor compañía. 
En el delta del Danubio, Mankell, Philip Roth y Siri Husvedt  soportaban la humillación del sol y del precio, 1,50 euros. Michi Chalequines nos animaba a comprarle un libro sobre Paracuellos y el Zorro Rojo con el cebo de que solamente se habían editado veinticinco ejemplares. Los más escépticos sabían que era la estrategia perfecta para encarecer el libro.
 Simenon llegó con su pipa ("de Magritte", apuntó el surrealista de la Pinacoteca.) y empezó su discurso jacobino: "Necesitamos otro Stalin para purgar este sumidero político. El Gulag ya lo tenemos en el Valle de los Caídos. Este neorrealismo liberal derechista y socialista tendría que leer más a Catón el viejo y a Catulo. Tenemos que volver a repasar las glorias nacionales para bien o para mal. Volvamos a leer a Ridruejo, Besteiro, Foxá, ese reaccionario de izquierdas que le dejó su herencia a Mao. ¡Viva Durruti! Leamos al mejor teórico del anarquismo leonés, Alfonso Gómez de Castro (Seta)". Marilyn le miraba y nos decía: "Tiene palabras de Rey. Éste fue seminarista pero lo echaron por Rojo".
Cerca del balcón de Mendoza tiraron un carro de libros de economía política, estadística, marxismo... El novelero Tinofc se esfumaba de la mano de Saúl, Samuel, Benet, Virgilio y Roth a La Cripta de los Capuchinos.
Cuando llegaron el resto de Ultramarinos encabezados por Gromov Espasa, Larsen Nikon y el Amanuense, quedaban los restos del naufragio. Algún libro de Marsé (edición limitada, 10.000 ejemplares.), Extravagario del poeta de Isla Negra que se llevó el Ruso, pero se agachó, lo cogió y se lo pagó - no tenía suelto- el paciente Larsen (cuando se lo devolvió, dicen las viperinas se lo dio todo en céntimos recogidos en sus periplos rastreriles de la mano del diosa fortuna.)
Hicimos una parada en la Escombrera catalana para saludar al capitán Nemo. Tenía novedades bilingües  para el políglota Ocramalliv, que se llevó las obras completas de Torres i Rius. 
Cuando se agacha el Amanuense la prima de riesgo sube. Levanta las orejas como el perro perdiguero ante la liebre. Tiene un olfato especial para las conservas y las rarezas: "Apuntes de Zootecnia", "Calendario de la felicidad. Filosofía optimista", "Mina de oro para enfermos y atribulados, "Las pesadillas del confesor de la Reina. Memorias" (Tinofc no se enteró. Ojos que no ven...).
En el tendido 7 nos quisieron vender un jilguero y de regalo 5 libros. Visto como cantaba el pájaro (¿a quién nos recuerda?), bien podría haber regalado el bicho por la compra de los libros.
Volvimos sobre nuestro pasos y dimos una vuelta cobijados por la sombra calvinista. Entre el primo de Freud y el interino del Pabellón 6 empezó un regateo sobre dos volúmenes de Lutero. Cada uno tenía el volumen que le faltaba al otro y no llegaban a un acuerdo. Empezó la subasta: "10 euros más el euro que te costó, el jilguero y el alpiste por el tomo segundo", primera oferta rusa. "Un bestiario del siglo XIX, unas postales de Sigmund Freud y unas aceitunas maceradas por el tomo primero", oferta del terapeuta.
Larsen les invitaba a echarlo a suertes y un avispado polaco nos alertaba: "date por jodido, le tocará a Gromov que duerme con  la Diosa Fortuna y el Dios Céntimo". No se llegó a nada.
Según nos iba dando el sol en la cabeza los temas que tratábamos se volvían más peliagudos. Empezamos con la traducción de la Tradición, los Tapices de Cabezón de la Sal, Las librerías chollo de Canarias, los cuadros de las vestales desnudas (Jupien), el escudo de Juegos de Trono (Charlus), la guía del París de Rayuela de Bonet. En busca del tiempo perdido seguíamos, como buenos proustianos, sin magdalenas pero con churros.
Vimos a la pareja de Ultramarinos incipientes. El Amanuense expuso su Teoría Centrípeta que jamás habíamos oído (ni siquiera Spasavich): "Estos dos elementos empiezan por los vinilos,  pasan a los muñecos frikis, a los baúles, a los vasos comunicantes de Murano, a las cintas de caset, a las postales navideñas y acaban en el centro comprando libros". Menudo centrifugado tenía el psicoanalista.
No echamos de menos a Houdini, el rey del escapismo. Estará en su bodega de Torre. El panfletario Simenon se nos acercó contento con una Biografía de Galdós. Tiempo le faltó a Gromov para darle la puntilla con la delicadeza del matarife. "Es una versión abreviada". Salvó la situación el humor del francés: "que más da si no la voy a leer". (El vicio de lo barato)
Al estar desierta la parcela de Frida Kahlo, un espontáneo había ocupado su lugar con unas viejas revistas de los 60, un póster de los Pasos y una colección de cómics: Las hazañas bélicas, Teniente negro y El mosquetero azul. Tinofc cogió en sus manos una enciclopedia escolar y se quedó con las pastas en la mano mientras nevaba  el papel hecho escamas. El Amanuense se atrevió a preguntar por unas revistas de Nuevo Mundo, que con sus colores azules turquesa, rojos de la corte de Salim, verdes de la Selva negra nos llevaban a ultramar donde existen los dragones. "Tienen  muchos años estas revistas", contestó el rastrero. Se oyó de fondo un hilo musical ucraniano: " Menuda ostia le va a meter".
Volvimos al viejo mundo con algo más de dinero y prendados de la sabiduría del marinero. La mañana  era calurosa y una ligera brisa atmosférica del noroeste (Parte de la estación meteorológica de la Guinda) nos trajo estas palabras que, en boca de Gromov Stratford,  parecían rescatadas de algún incunable." El destino es el que baraja las cartas, pero somos nosotros los que jugamos".





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