23 de marzo de 2016

Café Gijón



Foto de Darío Marcos









Los felpudos estaban comidos de tedio, las tertulias estaban dormidas de inutilidad, los retratos de la galería de socios ilustres estaban bostezantes de pintura mala y nombres olvidados, y los teléfonos de ficha estaban averiados. Todo lo que se escribía, se hablaba, se leía, se peroraba y se estudiaba en aquel Ateneo estaba transido de las frituras del bar, de modo que las sombras perdidas de Unamuno, Valle-Inclán, Gómez de la Serna y Azaña se habían refugiado en la carbonera y de vez en cuando gemían como gatos por los patios secretos, malolientes y criminales de la casa antigua.

La noche que llegué al Café Gijón, Francisco Umbral.


[el trapero]

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