1 de abril de 2016

Lances de Vanguardias








LA MUJER FUTURISTA

Por paradójico que sea, el desprecio de la mujer cantado en algún punto del primer manifiesto futurista ayudaba a la liberación de la mujer: debía entenderse que lo que los futuristas despreciaban era el papel que la mujer había venido teniendo en la sociedad, en el orden burgués. De ahí que en Cómo se seduce a las mujeres... Marinetti repitiera, con su elocuente altavoz, que los futuristas habían venido a liberar a las hembras proponiéndole aborto libre, facilidades para el divorcio, voto y una inmediata eliminación de cualquier representación de la feminidad como "sentimental, emotiva, débil". No en vano, el primer movimiento artístico que contó con la colaboración de muchas mujeres fue el de la Vanguardia -si se entiende a la vanguardia como movimiento artístico o coalición de ismos, aunque ya se verá en estos apuntes que más que eso fue una época, y más aún, el idioma de una época. 
En las filas ultraístas siempre se contó con Luciano de San Saor -que era el pseudónimo de la poeta Lucía Saornil- aunque no fue la única: muchas artistas -poetas, pintoras- tuvieron participación destacada en el desarrollo de las vanguardias en Latinoamérica. Sin querer aburrir con una cabalgata de nombres, bastaría mencionar a la uruguaya Blanca Luz Brum, sobre la que hay hasta una película, la mexicana Nahui Olin, la peruana Magda Portal, la boliviana Hilda Mundy, la argentina Norah Lange. 
Menos conocida es la granadina Agustina Mersedes Gonsales Lopes, escrito así, dado que su gran contribución a las vanguardias hay que buscarla en la ortografía. Antes de que en España se produjera más manifestación futurista que la Proclama de Marinetti a los españoles que le pidió Ramón Gómez de la Serna para la revista Prometeo, antes de que aparecieran en el horizonte los futuristas catalanes, ya Agustina Mersedes Gonsales había escrito su Idearium Futurista. Se trata de un panfleto pobremente editado en el que la pintora, zapatera de profesión, propone economizar el alfabeto. Le parece -como le parecerá tantos años después a García Márquez y a García Calvo- que las letras que usamos en las escrituras deben responder fiablemente a la fonética para acercar escritura y habla todo lo posible: de ahí que elimine varias letras por reproducir los mismos sonidos. "Español i no castellano es el modo de eskribir futurista, kon el ke las konsontantes c, h, q, v, x, y, z kedan suprimidas. Se pierden kon las siete letras muchas kombinaciones ortografikas".  Ese intento de simplicar la Ortografía fue su gran contribución, anecdótica sin duda, a los afanes vanguardistas que querían renovarlo todo. Por supuesto un panfleto publicado en Granada, apenas podía llamar la atención de nadie -aunque el ABC en 1917 lo reseñó brevemente: ni siquiera de los vanguardistas que pronto empezaron a pulular por toda la península. 
Agustina Mersedes se convirtió en un personaje local de mucho renombre por sus cuadros vanguardistas, que firmaba como Amelia. Tanto estos como los panfletos que imprimía los vendía colocándolos en el escaparate de la zapatería de su familia. Entre los panfletos, que no he visto, al parecer hay uno en el que incurre en teosofía y da una serie de Leyes Secretas, y otro en el que les explica a sus contemporáneos los motivos de su comportamiento y que se publicó con el título de Justificación. Aparecerá muchos años después en las memorias de Francisco Ayala cuando el escritor granadino -"la menor cantidad de literatura que cabe en un cuerpo humano", según la malévola y genial descripción de Umbral, que no por injusta es menos memorable- decida contar su vida. Ayala la recuerda como una mujer con capa que se atrevía a lo que por entonces a ninguna mujer le estaba permitido: a entrar sola en un bar y permanecer sola en el bar. La leyenda quiere que fuera a ella a quien Lorca utilizara para componer su obra "La zapatera prodigiosa". El destino quiso que ambos murieran en el barranco de Víznar. Dicen que uno de los del pelotón que ajusticiaba rojos comentó: "Matamos al poeta por maricón y a la pintora por lesbiana". 
Interesa la figura de Agustina Mersedes, más que por la anécdota de que al revisar la ortografía se estaba adelantando a los "sms", por el hecho de que creyera que ese ejercicio tenía un cariz futurista. Pasaba mucho por esa época, del año 10 al año 30: se podía aplicar el adjetivo futurista o vanguardista a cosas que no tenían nada que ver ni con lo uno ni con lo otro. Se diría que el futurismo era una actitud y por tanto no dar los buenos días a alguien con quien te cruzaras en las escaleras podía ser considerado "futurista" por quienes detestaban los modos de las vanguardias. Estos malentendidos permitían que, si no en las revistas especializadas (que también), en las revistas de información general los periodistas de la época (a los que se les llamaba publicistas) repartierann el adjetivo futurista -o el vanguardista- a diestro y siniestro. Fue sin duda uno de los logros del futurismo: colonizar el lenguaje para conseguir que actitudes y gestos que no estaban en los postulados del movimiento, remitieran inmediatamente a su actitud ante la sociedad y la vida. Quienes más hicieron porque eso aconteciera fueron algunas muchachas. No se olvide que el hecho de que unas cuantas, en los años veinte, decidieran prescindir del sombrero fue tomado como una declaración futurista de Maruja Mallo, Margarita Manso, Concha Méndez y otras "venus dinámicas". La etiqueta "futurista" era demostración de que el futurismo no se quedaba encerrado en el guetto de las artes y las letras. Y prueba también de que el punto del primer manifiesto en que se declaraba el "desprecio de la mujer", lo que esencialmente defendía era liberar a las mujeres de las condiciones de vida y comportamiento y derechos que padecían. 

[Juan Bonilla]

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