17 de junio de 2016

Bestiario del Quijote (LIV)




El episodio de la liebre y los galgos por Doré



De los agüeros que tuvo don Quijote al entrar de su aldea

Con esto, bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo. A la entrada del cual, según dice Cide Hamete, vio don Quijote que en las eras del lugar estaban riñendo dos mochachos, y el uno dijo al otro:

-No te canses Periquillo, que no la has de ver en todos los días de tu vida.

Oyólo don Quijote, y dijo a Sancho:

-¿No adviertes, amigo, lo que aquel mochacho ha dicho: ''no la has de ver en todos los días de tu vida''?

-Pues bien, ¿qué importa -respondió Sancho- que haya dicho eso el mochacho?

-¿Qué? -replicó don Quijote-. ¿No vees tú que, aplicando aquella palabra a mi intención, quiere significar que no tengo de ver más a Dulcinea?

Queríale responder Sancho, cuando se lo estorbó ver que por aquella campaña venía huyendo una liebre, seguida de muchos galgos y cazadores, la cual, temerosa, se vino a recoger y a agazapar debajo de los pies del rucio. Cogióla Sancho a mano salva y presentósela a don Quijote, el cual estaba diciendo:

Malum signum! ¡Malum signum! Liebre huye, galgos la siguen: ¡Dulcinea no parece!

-Estraño es vuesa merced -dijo Sancho-. Presupongamos que esta liebre es Dulcinea del Toboso y estos galgos que la persiguen son los malandrines encantadores que la transformaron en labradora: ella huye, yo la cojo y la pongo en poder de vuesa merced, que la tiene en sus brazos y la regala: ¿qué mala señal es ésta, ni qué mal agüero se puede tomar de aquí?

Los dos mochachos de la pendencia se llegaron a ver la liebre, y al uno dellos preguntó Sancho que por qué reñían. Y fuele respondido por el que había dicho ''no la verás más en toda tu vida'', que él había tomado al otro mochacho una jaula de grillos, la cual no pensaba volvérsela en toda su vida. Sacó Sancho cuatro cuartos de la faltriquera y dióselos al mochacho por la jaula, y púsosela en las manos a don Quijote, diciendo:

-He aquí, señor, rompidos y desbaratados estos agüeros, que no tienen que ver más con nuestros sucesos, según que yo imagino, aunque tonto, que con las nubes de antaño. Y si no me acuerdo mal, he oído decir al cura de nuestro pueblo que no es de personas cristianas ni discretas mirar en estas niñerías; y aun vuesa merced mismo me lo dijo los días pasados, dándome a entender que eran tontos todos aquellos cristianos que miraban en agüeros. Y no es menester hacer hincapié en esto, sino pasemos adelante y entremos en nuestra aldea.

Llegaron los cazadores, pidieron su liebre, y diósela don Quijote.

  
(Penúltimo capítulo de la segunda parte del Quijote)




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Y en algún otro sitio, creo que cuando la visita al palacio de los malignos Duques,  dice Cervantes que Don Quijote dormía con los ojos abiertos, como las liebres. Pero volviendo a las supersticiones, también Pushkin consideraba de mal fario cruzarse con liebres y popes. Y Napoleón cayó de su caballo, asustado por una liebre que se le cruzó, cuando inspeccionaba las orillas del Niemen antes de la funesta campaña de Rusia. Sus ayudantes quedaron espantados del ominoso vaticinio, pero el emperador volvió a montar sin decir palabra.

[Gromov] 

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