De 1812: La Trágica Marcha de Napoleón sobre Moscú, de Adam Zamoyski:
“El camino estaba plagado de objetos valiosos, como cuadros, candelabros y gran número de libros –recordaba el sargento Bourgogne-. Yo me pasaba casi una hora recogiendo libros y echándoles un vistazo, y luego los arrojaba a mi vez para que los recogieran otros, que los arrojaban a su vez.” El príncipe Józef Poniatowski, tendido en su carruaje con el cuerpo destrozado, pidió a un soldado que pasaba por su lado que le diera algo que leer de la selección que cubría el borde del camino, y ese libro, que lo absorbió, sería su único botín de la campaña.
(...)
Las condiciones del repliegue habían resultado ser muy diferentes de lo que habían imaginado al abandonar Moscú, de modo que todo el mundo intentaba intercambiar su botín por otro más manejable o fácil de transportar. “Aquí una cantinera ofrecía relojes, anillos, collares, vasijas de plata y piedras preciosas –recordaba Amédée de Pastoret-. Allí un granadero vendía brandy o pieles. Un poco más allá un soldado de la caravana pregonaba las obras completas de Voltaire (...)”
[Gromov: no he logrado saber el libro que leyó Poniatowski]
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