10 de mayo de 2015

Las malas compañías


El Rastro, primavera de 2016



Acompañados por la partitura de la lluvia pudimos comprobar cómo un velo de plástico cubría todos los objetos dando una apariencia fantasmal a la quincallería.
Sin quererlo se nos pegaban al sueño las palabras masticadas en la acera. “Yo me mantengo de los cubos”, “ya le decía a mi hermano que 500 euros por una moto era mucho pedir para el Rastro. Ahora la ha metido por Internet”, “ése es un babayo, le tenían que arrear con una azada (para los más curiosos se refería el carbonero a Ridruejo)”, “como decía la revista Caracola: en la poesía caben todos, hasta Leónides Fresno, el amigo de Macario”, "la Violondrina fue mi primera revista literaria publicada en el instituto G. A. Bécquer de Sevilla. Todo un homenaje a Huidobro. Cuando llegues a casa te lees el canto cuarto de Altazor”, “no hay mundo literario sólo mundillo”, "Valente es el poeta supremo, y pocos lo han entendido; Fermín Herrero es un moralista”, “dime la fecha de tu nacimiento y te saco tu número de tarot”, “esta primera edición de Cuadernos Ínfimos Mujer en el espejo contemplando un paisaje de Vila Matas es la que me faltaba”, “los libros para que se vendan mejor antes tienen que mojarse”, “El músico armenio Komitas encontró la salvación en los ojos de un pollino cuando huía del exterminio turco, lo contrario que Nietzsche que encontró la locura en la mirada de un caballo maltratado”, “la mejor poesía popular se la he escuchado a Manolín , cuando en la plaza de mi pueblo recitaba las Relaciones con su humor espartero”, “pocos saben que en la leyenda mora de las presas cerrajeras hay una lucha entre lo femenino y lo masculino”.

Hoy, todas las voces habían perdido su rostro y solamente guardaban en un cajón vacío un hilo de ilusión y tristeza.

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